Por Karlos Zurutuza ROMA – Son 151 aerogeneradores y más de 130 kilómetros de rutas de conexión y tendido eléctrico en la península de Fosen, a 530 kilómetros al norte de Oslo. La justicia dice que no deberían de estar ahí, y también los dueños de esas tierras desde tiempo inmemorial .Pero no se trata de un espejismo. “El parque eólico atraviesa zonas de pastos de invierno que ya no se pueden usar porque los renos nunca se acercarán a las turbinas. Así, se ha destruido una ruta de migración ancestral que es crucial para nosotros”, explica a IPS Maria Puenchir, una reconocida activista noruega que se presenta a sí misma como “queer, sami y discapacitada” de los derechos humanos.Los samis, también conocidos como saamis o lapones, son un pueblo que se reparte por las fronteras septentrionales de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, en un territorio al que llaman Sápmi y otros le dicen Laponia. Puenchir, de 31 años, habla desde su Trondheim natal, muy cerca de la península donde se levanta
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