Los testimonios entregados por compañeros que estuvieron prisioneros en la Base Aeronaval El Belloto, comuna de Quilpué, uno de los centros de detención y tortura de la Armada en la V Región, coinciden en relatar que cuando tenían que ir al baño los conducían a un sector donde los marinos habían colocado un busto metálico del Che Guevara y debían hacer sus necesidades fisiológicas sobre él, ante la burla y “satisfacción” de sus carceleros.
Algunos de los testimonios registrados, expresan al respecto: “si querías orinar, levantabas la mano y un marino te llevaba hasta un lugar en donde había un busto del Che Guevara en el suelo y debías orinar sobre él ante la alegría de tu custodio”; “También me recuerdo del busto del CHE, que estaba en la plaza Peyronet y de ahí lo sacaron los marinos y se lo llevaron a la Base, pero no lo pusieron en el hoyo donde estábamos, sino un poco más allá, entonces cuando uno pedía permiso para ir al baño, te sacaban del hoyo y te llevaban adonde estaba el busto del CHE y tenías que orinar arriba de la cabeza del CHE, y las defecaciones era igual”; “Cuando había que ir a orinar o al baño, se iba guiado por un marino armado y nos llevaban a una especie de hoyo cuadrado en el patio, que tenía tierra amontonada por los bordes, con alguna máquina, una especie de murete de tierra y en el centro estaba el busto del Che Guevara. Entonces uno tenía que orinar en el busto.”
A partir de estos mismos testimonios se entregaron algunos indicios relacionados con la ubicación original del busto del CHE y de quiénes habrían participado en este proyecto de hacer un homenaje a Ernesto Guevara de la Cerna: “El busto del CHE estaba en la plaza Peyronet y de ahí lo sacaron los marinos y se lo llevaron a la Base”; “Ese busto estaba en una plaza en el sector alto de Quilpué, más arriba del Hospital”;
Así fue posible determinar que la ubicación original de este busto de metal fundido colocado sobre una base de cemento, se encontraba en una plazoleta de la Población Peyronet, en la parte sur y alta de Quilpué, antes que los marinos violentaran este monumento, se robaran el busto y se lo llevaran a la Base El Belloto después del 11 de septiembre de 1973.
Respecto de cómo se realizó el proyecto de la construcción de la estatua en homenaje al CHE, en uno de los testimonios se plantea que “fue realizado por los habitantes de la población Peyronet, como en una especie de trabajo voluntario, pero lo gestionó Mario Metzger, que fue regidor de acá de Quilpué, él era una persona muy querida, pertenecía al Partido Socialista”.
Estos antecedentes fueron un gran estímulo para, por una parte, conocer más en profundidad sobre el monumento al Che Guevara y la plazoleta construida en su homenaje durante el período de la Unidad Popular y, por otro lado, buscar reivindicar el busto del Che que, en una absurda, violenta y condenable acción, fue denigrado por integrantes de la Armada de Chile en la Base del Belloto al obligar a los detenidos políticos a realizar sus necesidades fisiológicas sobre él.
El día miércoles 18 de junio, junto a compañeros del Colectivo Lebu Colliguay y de Cine Fórum, nos dirigimos a la comuna de Quilpué en una jornada de registro de testimonios relacionados con la Base Aeronaval El Belloto y decidimos localizar la plazoleta Che Guevara cuya ubicación precisa desconocíamos, pero que sabíamos que se encontraba en el sector de la población Carozzi en Peyronet, unos trescientos metros más arriba del Hospital de Quilpué y, además, teníamos también como antecedente que en el muro de una de las casas de dicha población, ubicada frente a la plazoleta, existe un gran mural con el rostro del Che.
Al llegar al sector nos desorientamos un poco, por lo que decidimos preguntar a personas que encontráramos por el barrio y nos llamó mucho la atención que al consultar a vecinas y vecinos por la ubicación de la plazoleta Peyronet se complicaban un poco en localizarla, pero si preguntábamos por la plaza Che Guevara y el mural sabían perfectamente de su existencia y nos dieron indicaciones de donde se ubicaba. Así, después de unas vueltas para arriba y abajo, encontramos la plaza.
Lo primero que observamos al llegar al lugar fue un gran mural con la imagen icónica del Che plasmado en pintura negra, abarcando todo el muro de una casa de dos pisos ubicada frente a una llamativa plaza escalonada, instalada en la parte alta de una especie de colina, con una hermosa vista panorámica, llena de árboles y plantas, con jardines delicadamente diseñados, una glorieta o pérgola, distintos espacios de descanso con sus respectivos bancos de madera, máquinas de ejercicio, todo muy limpio y ordenado, lo que daba a entender una dedicación y un cuidado especial de este espacio por parte de los habitantes de la población.
Después de realizar algunas fotografías al mural empezamos a recorrer la plaza y a imaginarnos dónde pudo haber estado instalado el busto en bronce del Che. Estábamos en eso, cuando, una vecina se dirigió a conversar con nosotros. Nos manifestó que al vernos en el lugar y darse cuenta que no éramos del sector, le dio curiosidad por averiguar en qué andábamos. Luego de presentarnos, explicar quiénes éramos y lo que nos motivaba andar recorriendo dicho lugar, ella nos consultó si nos interesaba que nos contara lo que sabía al respecto. ¡Por supuesto!, fue nuestra espontánea respuesta.
Teresa Catalán indica el espacio triangular donde estaba el busto del Che
Se presentó diciéndonos su nombre: Teresa Catalán, oriunda de Pucón, dirigente vecinal desde hace muchos años, pero desde noviembre del año pasado renunció a su cargo y actualmente están en un proceso de elecciones de nuevos dirigentes, pero ella no se postulará. “Hay que mirar también el carnet y es mucha responsabilidad y trabajo ser dirigente; creo que yo ya cumplí una etapa”, nos manifestó y continuó con su relato:
“Soy avecindada aquí hace 44 años. Cuando llegué, todos me hablaban de la plaza del Che, de un mural, pero no asociaba nada. Ahora les voy a contar la historia de lo que yo sé, de lo que a mí me han contado y de lo que he sido testigo sobre este mural. Yo llegué a esta casa desde el sur recién casada con un hijo del señor Mario Metzger, que era ex regidor de acá de Quilpué, en el año 81. Cuando llegué me decían los vecinos, ‘mira, ahí había un gran mural’, pero yo miraba el muro y no veía ningún mural, pero con los años el muro se empezó a descascarar y a descascarar y empezó a aparecer igual como una radiografía el mural. Eso sucedió justamente después que cayó Pinochet, cuando llegó el tiempo de la democracia, y la gente miraba y se asombraba de que justo en ese momento comenzara a aparecer de nuevo el mural del Che”.
Mientras la señora Teresa relata este momento tan especial, es imposible no hacer una referencia a la imagen latente de una fotografía que, durante el proceso de revelado en la cámara oscura, comienza a formarse, de manera mágica, sobre el papel fotográfico. La vecina continúa con su testimonio, agregando:
“Los jóvenes de ese entonces no entendían tampoco lo que estaba pasando, estoy hablando de niños de 14, 16 años, y no tenían idea de lo que hablaban sus abuelos y sus papás. Después vino un invierno muy crudo y se empezaron a descascarar las últimas capas, tenía como siete capas de pintura, y los chicos dijeron ‘¡mira, está apareciendo, está apareciendo!’, entonces, con un carbón, de esos con los que se hacen los asados, empezaron a seguir la línea y se entusiasmaron, ’¡oye, hagamos una vaca y repintemos el mural!’.
Esos niños, esos jóvenes, que eran hijos de los vecinos de aquí del barrio, los niños y jóvenes que habitaban este barrio, lo empezaron a pintar de nuevo. Pero más adelante, muchos años después, cuando estos niños ya estaban adultos, casados algunos, se juntaron otra vez y dijeron ‘con buena pintura lo vamos a hacer ahora, lo vamos a pintar de nuevo’. Y así se ha mantenido el mural hasta ahora, como ustedes lo pueden ver.
Originalmente este mural lo había pintado mi esposo con su hermano en los años setenta, en la época del gobierno de Salvador Allende, cuando ellos eran jóvenes”
Al continuar con su relato, la señora Teresa Catalán, esposa de Mario Metzger hijo, respecto de la plaza Che Guevara nos comenta que:
“En la época del señor Viñambres, como que no le gustaba mucho el nombre del Che, entonces en honor a mi suegro, que fue el que empezó a plantar los arbolitos para hacer esta plaza, le pusieron Mario Metzger a la plaza. O sea, en la Municipalidad está inscrita como plaza Mario Metzger Araya, que es el nombre de mi suegro, como les decía, que fue regidor por tres períodos acá en Quilpué y era muy querido, tanto por gente de izquierda como de derecha en esos años.”
Al consultarle respecto al lugar específico de la plaza en donde se emplazó el busto del Che, la señora Teresa nos dice “todavía hay unas letras en el suelo donde se hizo el monumento del Che, se las voy a mostrar”. Nos desplazamos hacia un sector de la plaza en donde, en dos planos escalonados, se puede observar en la parte superior un espacio triangular delimitado por unos bordes de concreto, y en la parte inferior, dentro de un espacio cuadrado delimitado por bordes de concreto, unos pastelones de cemento sobre los que es posible observar algunas figuras incompletas y letras, formadas por restos de mosaicos de piedras de color blanco y azul.
La señora Teresa nos comenta, respecto a las “letras”, como las llamó, ella entiende que “representarían a los movimientos revolucionarios de ese tiempo”, e indicándonos con su mano, agrega: “aquí dice Sendic y acá está el escudo chileno y aquí hay otra figura con una ‘R’. Cuando vinieron a derribar el monumento y llevarse el busto, como que ellos, los marinos rasos, no entendían mucho culturalmente el significado de estas letras y como estaba el escudo chileno, no las destruyeron. Ese busto del Che terminó en el Belloto y a los detenidos los hacían hacer pipí en el busto. Eso lo supe por gente que estuvo detenida ahí. En esa época el Che era un líder para los jóvenes y la juventud vibraba con esas cosas”.
Al mirar con detención cada una de estas impresionantes imágenes, podemos plantear que constituyen un importante patrimonio histórico popular, ya que fueron realizadas durante el período del gobierno del presidente Allende. y, de manera extraordinaria, se han conservado por más de cincuenta años en este espacio, transformándose en verdaderas piezas de arqueología de la memoria popular.
Cuatro son las imágenes, o restos de mosaicos, que aún se conservan en ese espacio rectangular: una de estas representa el escudo de Chile y a la izquierda de la misma se puede observar una figura circular con la inscripción MIR en su interior. En el otro costado de este espacio delimitado por bordes de concreto, se puede leer la palabra SENDIC, junto al emblema de los Tupamaros.
Existen otros paneles de cemento donde no es posible observar alguna figura ni restos de mosaico, pero, podemos deducir que las que aún persisten formaron parte de un todo junto al busto del Che, y las imágenes de la plataforma inferior representaban los emblemas de los movimientos y partidos revolucionarios del cono sur que se identificaban con las posiciones ideológicas guevaristas, como el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), de Chile, el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, de Uruguay, al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), de Argentina, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de Bolivia.
Volviendo al testimonio sobre el mural del Che, Teresa Catalán nos comenta que cuando los marinos llegaron a destruir el monumento “amenazaron con dinamitar el muro si no se tapaba con pintura el mural. Esa es la razón por qué tenía tantas capas de pintura que se fueron descascarando, como les contaba antes. En esa casa donde está el mural vivían mis suegros y ellos tuvieron que irse y los vecinos fueron los que pintaron la muralla, porque los marinos habían ordenado que dentro de 24 horas estuviera tapada la pintura del Che. Por eso los vecinos tiraron todo tipo de pinturas que tenían, porque la cosa era que desapareciera el mural. Había como siete capas de pintura que pudimos ver cuándo comenzó a aparecer de nuevo el mural del Che en los años noventa.
Por esas cosas de la vida, me recuerdo que en esa época esperaba mi primer hijo y mi marido me dice ’oye, mira, está apareciendo el Che’, no veo nada le digo y me dice ‘aléjate un poco’ y ahí vi algo. Pero fue después de ese invierno muy crudo, como les contaba, cuando apareció igual como una fotografía. Y aquí donde está la plaza, esto era un cerro y mi suegro, como era regidor en ese tiempo, tenía los contactos municipales como para hacer el diseño y la protección de la plaza y empezó con la jardinería. Él murió hace algunos años, como yo era del sur y mi hijo estudió agronomía, seguimos nosotros con la familia limpiando, plantando, arreglando y cuidando la plaza. También me integré a la Junta de Vecinos para poder hacer y mantener este pulmón verde para el barrio. Nunca he militado ni nada, pero me identifico con la memoria y el dolor que hubo, de cierta forma soy parte de ello. Mi marido con su hermano fueron los que pintaron el mural original, Mario, mi marido tendría unos 18 años, estaba estudiando en la Escuela Industrial de Valparaíso y su hermano Ernesto, era un par de años menor, claro, ambos eran estudiantes en ese entonces”.
Antes de despedirnos de la señora Teresa Catalán, integrantes del Colectivo Proyecto Lebu-Colliguay le hacen entrega de dos libros de investigación y memoria, uno sobre el barco prisión Lebu y el otro sobre el campo de concentración de Colliguay.
MIR |
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Lugar donde se ubicaba busto del che |
Escudo chileno |
Símbolo Tupamaro |
Sendic |
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