Gladys Díaz Armijo, periodista y psicóloga, ex militante del MIR, era directora en clandestinidad del periódico El Rebelde del Movimiento de Izquierda Revolucionaria cuando fue detenida el año 1975 por agentes represivos de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). Estuvo prisionera durante tres meses en Villa Grimaldi, específicamente en “La Torre”, una estructura donde la gran mayoría de los prisioneros y las prisioneras que estuvieron allí fueron brutalmente torturados, asesinados y hechos desaparecer. Gladys es una sobreviviente y desde ese instante, como ella misma nos relata: “Pensaba que sí sobrevivía, mi obligación, por ser periodista, era escribir lo que había vivido”.
El sábado 01 de noviembre, en un emotivo, íntimo, fraternal y potente encuentro realizado en el local del Café Lulú de Valparaíso, Gladyz Díaz Armijo, mediante una dinámica alternada de preguntas, respuestas y reflexiones, realizó la presentación de su libro testimonial “Aferrada A Mi Balsa”, publicado por la editorial Ceibo.
Transcribo a continuación parte de las reflexiones y los relatos expresados en este lanzamiento, mediante distintas preguntas planteadas a Gladys Díaz.
Jorge Román, editor que trabajó en la construcción de libro, inició la ronda de preguntas planteando: ¿Gladys, por qué te decidiste a escribir este libro, por qué publicarlo ahora?
Gladys Díaz:
“Este libro fue de alguna manera pensado desde que yo estaba en la Villa Grimaldi. Pensaba que sí sobrevivía, mi obligación, por ser periodista, era escribir lo que había vivido, lo que había sentido, lo que había soñado, todo lo que había ocurrido en mi ser, en todo mi cuerpo, mi cuerpo físico, mi cuerpo mental, mi cuerpo emocional, mi cuerpo espiritual. Qué había pasado durante esos tres meses, qué es lo que yo había visto aprovechando determinadas características que uno tiene también por ser periodista. Por ejemplo, fijarse mucho en los detalles, tener una sensibilidad especial para saber lo que estás sintiendo encada momento. Sin embargo, pensaba que lo iba a hacer muy rápidamente después de salir, pero las cosas no fueron así.
Cada vez que quise contactarme con mi propia historia, la amargura, el dolor, el renacimiento de las penas y de las dificultades volvía a renacer y me impedía continuar ese trabajo. Por lo tanto, durante muchos años postergué el trabajo de escribir, pero siempre, en una gran caja de zapatos que tenía, iba metiendo pedacitos de papel con detalles que yo iba recordando, analizando, comentando. A cada parte que iba, porque viaje a muchos lugares durante el exilio, iba con mi cajita de zapatos llena de papeles, papeles que iban aumentando, incluso a veces los tenía también en una bolsa. Sin embargo, cuando fueron pasando los años, empecé a sentir mucha culpa porque no escribía. Entonces empecé, un poco más seriamente, a darle forma a aquello, pero siempre de manera parcial hasta que, en los últimos veinte años, aquí en Chile, empecé, por las cosas que se presentan en la vida simplemente, a ser una especie de referente, de consulta para los estudiantes universitarios que tomaban temas de derechos humanos para sus tesis, entonces empecé a ser, recurrentemente, una persona para ser consultada, hasta que, de repente, encontré que había días enteros en que pasaba con dos, tres personas diarias, estudiantes universitarios de psicología, de periodismo, de veterinaria, de aspectos científicos más diversos, pasaban por mi casa. Me di cuenta que el tiempo que quedaba para que hiciera ese trabajo iba a ser totalmente transitorio, que no iba a estar para ser ese eje de consultas. Incluso, muchas veces, los temas que trataban conmigo no tenía nada que ver con el período que estuve detenida, sino más bien querían que les dijera, les comentara, lo que pensaba respecto a determinados temas.
Entonces, supe que la necesidad de escribir era un mandato muy importante, de carácter político e ideológico. Y me di cuenta que esa era la tarea que todavía tenía pendiente de cumplir, por eso, ahora que he escrito y lanzado el libro, he recibido respuesta de gente que lo ha leído y me doy por satisfecha de haber cumplido la tarea, tal vez más importante, por la cual creo que quedé viva.”
Dauno Totoro, de la editorial Ceibo: Cuando a nosotros nos llegó la propuesta de publicación de este libro, venía ya, cosa que no sucede normalmente en una editorial, con su título y con su ilustración de portada. Por lo general trabajamos en conjunto con los autores o surge alguna propuesta editorial, pero aquí venía con “Aferrada a mi balsa” y con esa ilustración de la torre. Quiero que nos expliques qué es esa torre roja y por qué el libro se llama aferrada a mi balsa.
Gladys:
“Este título fue instalado en Villa Grimaldi. Este título tiene que ver con dos cosas que son bien importantes de trasmitir. Soy una persona que por la forma de nacimiento que tuvo y de crianza, tengo pocos miedos. Tiene que ver mi padre con eso, me ayudó a vencer los miedos desde muy pequeña. La oscuridad, ‘camina en la oscuridad o avanza en la oscuridad, para que veas que la oscuridad no tiene nada que temer; aprende un par de llaves para que te defiendas si alguien te ataca, porque tienen que ser capaz tu misma de defenderte’. Había muchas cosas de esas, pero hay un miedo que se ha mantenido hasta el día de hoy, le tengo miedo al mar. No puedo estar en el mar si no sé qué, si me paro, tengo piso firme debajo. Si estoy nadando en el mar y alguien me dice cuidado Gladys que estás en lo hondo sin piso firme, dejo de nadar y me ahogo, me tienen que salvar. En un día muy importante en que fui sometida a un sufrimiento físico muy potente, en la noche trasmití esa imagen, de ese sufrimiento, al miedo que le tengo al mar y soñé que estaba en un mar embravecido, donde las olas amenazaban con hundirme y tenía aferrada una especie de balsa de madera, y me aferraba con todo eso y desperté bruscamente pensando que me iba a ahogar. Ese momento creo que era, de alguna manera, la expresión de lo que viví esos tres meses en la Villa Grimaldi. Viví aferrada a mi balsa. O sea, a pesar de todo lo que hicieron para destruirme, seguía instalada en esa forma última, límite, de supervivencia. Por eso mi libro no podía tener otro título: Aferrada a mi Balsa.
La torre es simbólica. Es real, existe, pero también es simbólica. La torre del lugar, no lo sabía, lo intuí al final de los tres meses, hoy día lo sabemos con certeza, era el lugar en el cual confinaban, colocaban, instalaban a los que iban a morir. No quiere decir que todos los que pasaron por la torre solamente murieron, también murió mucha gente que estuvo abajo en las ‘casas Corvi o en las casas Chile’ como denominábamos los presos los lugares donde nos ponían. La torre para mi tiene una simbología doble. Es el lugar donde van los que van a morir, pero también es el lugar de resistencia más dura. Es donde, tal vez, los lazos solidarios, amistosos, fraternales, hermanables, que los seres humanos son capaces de crear, son los más intensos, son los más luminosos, son los más profundos, son los más verdaderos. Por eso la torre tiene una simbología doble. Existe, pero también existe en el imaginario de la posibilidad de reencuentro humano”
Jorge Román: Quería que nos contaras Gladys, hablando también de la portada del libro, qué significan las rosas
Gladys:
“Las rosas fueron el elemento dentro de la Villa Grimaldi que me salvó la vida de no volverme loca, porque ellos lo que buscaron fue no solamente matarme, sino que, si no me podían matar, destruirme a tal punto que no sirviera políticamente para nada más y hubo momentos en que temí que eso ocurriera. Me ponían pentotal y me ponían cosas que mi organismo enflaquecido no resistía y estaba 24 horas vomitando después, era para matarte o para volverte loca. Por lo tanto, las rosas pasaron a ser el elemento estético que te permite sentir que la vida vale la pena. Yo salía de la torre, que era un lugar oscuro, frío, extraordinariamente cautelado por los guardias, y lo que recibía al salir era esa explosión de olores, porque no las veía pues estaba vendada, pero imaginaba las rosas rojas, amarillas, blancas, de todos colores, hasta azules me imaginaba.
Ustedes van a leer en mi libro, en el epílogo cuento que el día que nosotros entramos a la Villa Grimaldi saltando por arriba de la pandereta, éramos entre 15 y 16 personas que decidimos entrar a la Villa Grimaldi cuando estaba siendo preparada para ser vendida y convertida en una inmobiliaria. Iba muy del brazo de una compañera que se llama Clara Tamblay, dando vueltas por un lado y por otro de los escombros de la Villa y ella me dice que bueno Gladys que estás tan firme y vas con el paso tan seguro, entrando a este lugar y sin quebrarte. Íbamos para un lado y otro con la diputada humanista Laura Rodríguez y, de repente, entre medio de los escombros, aflora una rosa con toda la fuerza roja y ahí me quebré, estallé en llanto porque ese fue el contacto, la conexión con el dolor. Entonces las rosas para mí fueron especiales. El día que me muera quiero que me llenen de rosas.
Hay una pregunta que me han hecho durante todos estos años y que me ha costado mucho responder. Me han preguntado en qué basas, crees tú, la resistencia que tuviste para vivir y sobrevivir a lo que te tocó aceptar que te imponían. Es difícil contestar esa pregunta, es difícil porque creo que cada persona responde a cada momento de los imperativos de la vida de manera muy particular, relacionado con su historia, con sus antepasados, con las veces que ha venido uno a esta vida, a lo mejor, que ha ido acumulando una experiencia que no tiene idea que trae. O sea, son muchas las cosas. En el caso mío he querido plantear que hay cosas que traía que tienen que ver con mi infancia, con mi muy dura infancia. Una infancia dura no en el aspecto que, en general, es duro la vida de muchas personas. No tuve carencias, pero tuve una educación extraordinariamente autoritaria, muy difícil, con un padre muy exigente, incapaz de aceptar que yo hacía las cosas bien. Nunca era suficiente, entonces siempre estaba auto exigiéndome y esa auto exigencia la llevo hasta el día de hoy, porque son como mandatos que dejan los padres a uno. En esas circunstancias de haber tenido tanta dificultad para crecer, evidentemente que se acera un temperamento, se acera el carácter. Creo que estaba más dispuesta que muchas personas para resistir la tortura, porque había sido golpeada muchas veces. Fui educada con golpes. Tenía hermanos que eran muy rebeldes y mi padre les pegaba mucho y yo me metía al miedo y les decía arranca, arranca, y yo aguantaba los palos. No quiero hablar mal de mi padre, porque sin saberlo yo, seguramente sin saberlo él, esa fue mi preparatoria para mejor vivir los otros momentos de mi vida. Por lo tanto, cuando se me pregunta a mi porque resistí, son múltiples factores, pero, además está el tremendo cariño al pueblo de uno y el tremendo reconocimiento que uno tiene a la organización a la cual pertenece y, por lo tanto, presume que del silencio de uno puede depender también la permanencia de esa organización. O sea, son múltiples las circunstancias que apoyan la voluntad de la resistencia. Lo único que pido es que se me entienda de que hay cosas que traía y hay cosas que surgieron espontáneamente sin yo saberlo y que fui recibiendo herramientas que, de alguna manera, del universo me llegaron. No creo que todo es tan claro como uno cree que es, hay muchas cosas que no sabemos, hay muchas cosas que ignoramos, hay muchas formas de trasmisión de la energía que no conocemos, que algún día, a lo mejor, manejaremos bien, pero que ayudan, yo recibí ayuda no sé de dónde, pero recibí, y aunque ustedes no lo crean, yo sí lo creo
En el libro traté de ser lo más fiel posible a los sentimientos y a las emociones. Creo que, si algún aporte hace mi libro a lo que son todos los temas que se han escrito sobre los derechos humanos, es haber aportado en mayor cantidad el sentir”.
Jorge Román: En tu libro eres muy explícita para describir las torturas y los tormentos a los que te sometieron a ti y a otros compañeros en Villa Grimaldi, ¿por qué crees que en la actualidad hay tanta negación, hay una especie de sensación, en lo colectivo, de que nos queremos olvidar de eso o hay mucha gente que dice que eso simplemente no pasó o no fue tan grave, por qué crees que, socialmente, no queremos hablar de eso e incluso la gente que fue informada, trata de minimizarlo o denegar que ocurrió?
Gladys:
“Creo que la respuesta está también en la búsqueda de razones por las cuales también hay una derechización en la sociedad, y muy especialmente una derechización en los jóvenes. Nosotros pensábamos, creo que lo pensamos a través de toda la vida, que para ser jóvenes hay que ser rupturistas, para ser jóvenes hay que ser cuestionadores de la sociedad que nos toca vivir. Si no lo somos cuando somos jóvenes, entonces no hay alternativa de mejoramiento de la sociedad a través de la historia. Sin embargo, nosotros estamos asistiendo a un momento en que los jóvenes, en general, no todos por supuesto, pero en general, están adscribiendo a las ideas de derecha y no solamente de derecha, sino que de ultra derecha. Entonces, dónde está esa razón, porque ahí se encuentran las razones del negacionismo.
Creo que las razones son varias. Una es que para instalar este modelo neoliberal que se impuso en el planeta completo era necesario desarrollar el individualismo en un extremo extraordinario. El modelo neoliberal no puede ser aplicado en un modelo de convivencia solidaria, de convivencia comunitaria, de convivencia colectiva. Tiene que ser instalado en un modelo de individualismo tan desarrollado que cada persona tenga dificultades enormes para ver al otro en su dimensión completa. Por lo tanto, ese individualismo obliga a mirarse el ombligo y a no mirar el resto con la misma importancia.
La segunda razón que creo que ha influido enormemente es la apropiación, a nivel también planetario, de los medios de comunicación. El fenómeno que vivimos en Chile de que solamente los medios de comunicación grandes, importantes, masivos, estén en manos de la misma oligarquía, eso se repite en Argentina, en Estado Unidos, en Europa, se repite hasta en Asia. Por lo tanto, cuál ha sido el mensaje central de esos medios de comunicación para los adolescentes, ha sido el miedo. El miedo paraliza, te impide ver al otro, el miedo impide ver quiénes tenemos que aliarnos para defendernos, por último, del temor, sino que cada uno siente que está tan solo que necesita un padre enormemente poderoso, portentoso, que lo proteja.
Esas dos grandes razones han ayudado a este proceso de derechización y a ese proceso de negacionismo que nosotros estamos advirtiendo y que incluso, hace veinte, treinta o cuarenta años, no era posible ver en esta dimensión que estamos viendo hoy día.
Hay una última razón de la cual somos todos responsables y es el desencanto que ha producido también la izquierda que ha impedido el encantamiento de los jóvenes que tradicionalmente a través de la historia se ha producido. Creo que allí encontramos las razones centrales de este negacionismo que tenemos que vencer y que tenemos que luchar y que, para mí, en lo que me queda de vida, es una de las tareas fundamentales que me he planteado
También se realizaron preguntas por parte de quienes asistieron a la presentación de este libro, algunas de las cuales reproduzco a continuación:
Gladys, pensando en estas metáforas y en estos símbolos que uno trata de rescatar, cuando comentas lo que significa para ti la balsa en este imaginario de situarte en otro lugar. ¿Qué frase ancla, o qué frase reverbera tu mente en un momento, a veces uno se toma de ciertas frases o metáforas o vocablos, que uno dice esto me decía mi mamá, esto me decía mi papá, o así me dijo mi profesor, así lo siento, alguna frase te sirvió de ancla para fortalecerte en esos días?
Gladys:
“Mi padre era masón, radical, era una persona que no creía en dios y repetía siempre una frase: a los amigos no se los traiciona. Él era amigo de sus amigos, pero a muerte. Vivíamos en Coya, un pueblito que en ese tiempo tenía cinco mil habitantes y mi papá era el hombre más instruido que había ahí, mi papá era egresado de medicina, pero nunca se recibió, pero ejercía como médico. Mi papá, para los 18 de septiembre, invitaba a todos los que habían sido compañeros en la escuela de medicina y mi papá estaba un mes antes preparando los corderos, los pavos, todo aquello para recibir a sus amigos y yo me acostumbré a que a los amigos se los atiende como los dioses, se los quiere como los dioses, a los amigos no se los traiciona, a los amigos no se les entrega, si los amigos, además, son compañeros jamás se los puede entregar a que vivan lo que estás viviendo tú. Si hay alguna frase que para mí tuvo una fuerza muy grande fue esa. Eso por encima de las ideologías, del mundo de lo político, eso tiene que ver con lo humano, eso tiene que ver con lo humanitario, eso tiene que ver con lo solidario, eso tiene que ver con la fraternidad. Que es lo que cuando trabajemos en contra del negacionismo, tenemos que recuperar”.
En este proceso de escribir el libro te conectaste más con ese dolor y esa pena, o con una sanación de la historia tuya, o con ambas cosas, qué fue lo más fuerte en este reconstituir la historia en concreto, porque esa historia va a estar siempre dándote vueltas.
Gladys:
“En cuanto salí de la Villa Grimaldi, en los dos años que estuvimos presas siempre supe que no podía salir sola de esta situación y de esta experiencia tan dura para mí de vivir. Siempre supe que necesitaba apoyo. Por suerte tenía la humildad de saber que no soy tan fuerte como para sobrevivir sola, sanamente, sin odio, sin rabia, tratando de ser lo más lúcida posible. Por lo tanto, desde Tres Álamos, y con mayor razón en el exilio, y diría hasta el día de hoy, he estado en un proceso de sanación. Busqué sanación sicológicamente, de manera científica, médica, fui a la India y estuve con grandes maestros y grandes monjes que me ayudaron a reencontrar la parte esencial mía, a volver a recuperar aquella parte sana que no estaba herida. Aprendí, porque me enseñaron, a convertir en maestro cada ser humano que se cruza en mi camino, sea positivo o negativo. Eso lo acostumbro hasta el día de hoy. Cada ser humano es maravilloso, cada ser humano aporta una cosa extraordinaria, hay que saber encontrarla. Por lo tanto, he tenido la suerte de contar, a través de mi historia de vida, con todos los maestros que yo necesité para ir sanando. Pero, a pesar de eso, mientras escribía el libro, volví a sufrir y lloré mucho. El otro día hubo elecciones en el Círculo de Periodistas y me permití ir a votar, que no siempre voy porque me cuesta mucho desplazarme, y tuve la suerte y la fortuna de encontrar una gran cantidad de colegas míos esperándome para felicitarme por el libro, ya lo habían leído. Sentí, en ese momento, que soy una afortunada de la vida, porque recibo el cariño que necesito tener en esta etapa de mi vida. En esta etapa de la vida lo único que es importante son los afectos, y tengo la suerte de tener una familia muy numerosa, muy numerosa, tengo una familia de miles de personas. Me he encontrado con algunos por años, otros por momentos, otros por períodos, pero todos han logrado enriquecerme y, por lo tanto, este sufrimiento que he tenido, ha sido recompensado con creces por el cariño que he recibido con motivo de publicar mi libro”.
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 01 noviembre 2025



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