Guillermo Correa Camiroaga
Desde hace ya varios años numerosas espinas de hormigón
armado, producto de la voracidad inmobiliaria, han sido clavadas en el corazón
de los cerros porteños alterando la vida de sus habitantes y provocando una
enorme contaminación ambiental, no sólo desde el punto de vista del paisaje,
sino además con los enormes trastornos urbanos que van unidos a estas
construcciones.
FOTO CERRO PLACERES
Pequeñas calles de barrio, colectores de aguas lluvias y sistemas de alcantarillado se ven exigidos y muchas veces saturados como consecuencia de estas construcciones en altura.
FOTO CERRO BARÓN
Cerro Placeres
Siendo bastante
conservadores, si tomamos en cuenta un edificio de 20 pisos, con un número de 10
departamentos por piso, el total de familias sería de 200 y, considerando un núcleo familiar de tan
solo tres personas, la suma de habitantes condensados en un pequeño paño
de terreno llega a 600. En ese mismo espacio es probable que antes de la
construcción del edificio los habitantes no llegaran al 15% de dicho número.
Esto sucede en numerosos lugares de los cerros porteños y
basta dar una vuelta por los cerros Placeres y Barón para dimensionar la
magnitud del problema creado por la especulación inmobiliaria que, teniendo
como premisa el problema real de la falta de viviendas, no escatima esfuerzos
para desarrollar sus proyectos y vender sus productos que, más que buscar el
bienestar y la solución de los problemas de las y los habitantes, tienen
como objetivo la inversión y la ganancia, es decir los
negocios y el lucro. Y en una sociedad de libre mercado extremo como la chilena,
incluso la libertad de los ciudadanos
termina siendo concebida como un bien de consumo más, ya que las pequeñas casas
ubicadas en las vecindades de estas gigantescas construcciones quedan
literalmente asfixiadas por estas moles de concreto.
Cerro Placeres desde Avenida Altamirano
Actualmente está en plena discusión el nuevo
Plan Regulador Comunal de Valparaíso y se busca que la participación ciudadana
ayude a desarrollar normativas que limiten la especulación inmobiliaria y
pongan en el centro al ser humano y su entorno. Por ahora, las débiles y
ambiguas normativas solo favorecen a los poderosos de siempre.
Valparaíso 03 abril 2018
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