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LA MEMORIA IGNORADA DEL TRABAJO FORZADO REALIZADO POR LOS PRESOS POLÍTICOS PARA HABILITAR EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE PUCHUNCAVÍ

 

Entre las múltiples atrocidades y abusos cometidos en contra de las prisioneras y prisioneros políticos en la V Región durante la dictadura civil militar, se encuentra una situación muy poco conocida o relevada como es el del trabajo forzado realizado por los presos políticos en la construcción y habilitación de campos de concentración a cargo de la Armada de Chile, como fueron, por ejemplo, los casos de Colliguay y Puchuncaví.
Dentro de un par de días días se conmemorarán 52 años del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y este relato tiene como objetivo aportar un nuevo trozo al complejo y multifacético rompecabezas de la memoria histórica popular.
En esta crónica se entregan algunos testimonios relacionados con la habilitación del campo de prisioneros de Puchuncaví que, como plantean los propios protagonistas de estos hechos “es una situación que ha sido invisibilizada, tanto en las publicaciones como también con las actividades
que se han realizado en dicho sitio de memoria; es decir, esto se podría definir como una memoria ignorada”. Es interesante resaltar lo del trabajo forzado ya que este es definido en la página web de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) de la siguiente manera: “Por trabajo forzoso puede entenderse el trabajo que se realiza de manera involuntaria y bajo amenaza de una pena cualquiera. Se refiere a situaciones en las cuales personas están forzadas a trabajar mediante el uso de violencia o intimidación, o por medios más sutiles como una deuda manipulada, retención de documentos de identidad o amenazas de denuncia a las autoridades de inmigración. La definición del trabajo forzoso Según el Convenio sobre el trabajo forzoso, 1930 (núm. 29) de la OIT, el trabajo forzoso u obligatorio designa: "todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente". El Convenio sobre la abolición del trabajo forzoso, 1957 (núm. 105), adoptado por la OIT en 1957, trata principalmente del trabajo forzoso impuesto por las autoridades estatales. Prohíbe el uso del trabajo forzoso: como castigo por la expresión de opiniones políticas; con fines de fomento económico; por participación en huelgas; como medida de discriminación racial, religiosa o de otro tipo; como disciplina laboral.” Transcribo a continuación la entrevista realizada a Antonio Oyarzo, uno de los prisioneros políticos que fue trasladado desde el campo de prisioneros de Colliguay para trabajar en la habilitación del campo de prisioneros de Puchuncaví: Respecto al trabajo forzado realizado como preso político en Puchuncaví ¿qué me puedes comentar? En el caso del campo de concentración de Puchuncaví se ha ignorado a los primeros prisioneros políticos que llegamos allí y el trabajo contra nuestra voluntad que tuvimos que hacer. La historia de Puchuncaví empieza con esto, pero en cambio, según las publicaciones y relatos oficiales, en distintas actividades que se han realizado al respecto, la historia del campo de prisioneros de Puchuncaví parte con la llegada de los presos políticos trasladados desde Isla Dawson. Pero la realidad es que la historia de Puchuncaví empieza, como decía anteriormente, con quienes bajamos desde Colliguay a hacer trabajo forzado para habilitar el campo. Esto fue a mediados de abril del 74. ¿Cómo se produjo ese proceso? Me recuerdo que hubo tres días de bajada de prisioneros, y los marinos que estaban a cargo nuestro en el campo de concentración de Colliguay, que ya estaba siendo desarmado por los últimos presos políticos que quedábamos todavía allí arriba, nos ordenaron recoger nuestras cosas y nos trasladaron hacia abajo en camiones, pero nosotros no sabíamos para dónde íbamos. A un grupo de marinos antigolpistas o constitucionalistas, que estaban prisioneros arriba, los bajaron con los alambres de púas y otros materiales que se habían recogido mientras se
desarmaban las alambradas en Colliguay y ese material lo bajaron a Puchuncaví y luego siguieron camino a Ritoque, el mismo día, y después volvieron a subir de vuelta a Colliguay.
¿En qué fechase empieza a cerrar el campo de prisioneros de Colliguay?
Fue entre abril del 74 cuando empezamos a desarmar el campo de concentración de Colliguay. En esos momentos quedábamos unos treinta o cuarenta compañeros arriba. De todos esos compañeros, a algunos los bajan al centro de detención y tortura Silva Palma y algunos quedan libres.
¿Cuántos de esos presos políticos son los que llevan a realizar los trabajos a Puchuncaví?
Pienso que fuimos un poco más de veinte compañeros, a lo más, siendo generoso, llegaríamos a treinta en total. Nos bajaron en camiones, custodiados por marinos armados naturalmente.
¿Cómo supieron que estaban en Puhcuncaví?
Cuando llegamos al sector, conocíamos el lugar, porque éramos de la región. Además, yo había trabajado como monitor durante la Unidad Popular en los balnearios populares y este lugar era uno de los tantos balnearios que construyó el gobierno de Salvador Allende, dentro de la llamada Medida 29, para la recreación y las vacaciones de las familias populares, de trabajadores y de obreros. Curiosamente yo estuve trabajando como monitor cultural atendiendo y entreteniendo a las y los vacacionistas en ese mismo recinto. En los balnearios había cabañas, lavaderos, baños, comedores, todo eso ya estaba construido allí en el Balneario de Puchuncaví y algunos habíamos estado allí cuando eso era un centro vacacional. Mira la paradoja, ahora ese balneario popular, ese centro de recreación, se transformaba en un campo de concentración para prisioneros políticos a cargo de la Armada de Chile.
¿Cómo los recibieron en Puchuncaví?
Apenas nos hicieron bajar, nos ordenaron, nos formaron, y el Sargento Aguayo, que era el oficial a cargo, nos dijo “ya cabros, hay que arreglar todo este recinto, porque este va a ser un campo modelo de prisioneros en Chile, aprobado por la Cruz Roja, y ustedes van a recibir visitas aquí, así es que hay que trabajar harto no más”.
¿Qué trabajo realizaron específicamente?
Tuvimos que hacer toda la alambrada que circundaba el campo de prisioneros. De hecho, se hicieron dos alambradas, una por fuera de la otra, dejando un espacio entre ambas para un campo minado. Era un espacio de unos cuatro metros donde los marinos colocaron minas bajo tierra después. Estuvimos limpiando y desmalezando el terreno, porque como ese balneario estuvo mucho tiempo sin ocupar, fue creciendo la maleza. Incluso en el sector de arriba, detrás del tanque de agua, estuvimos trabajando con una pala mecánica para aplanar el terreno. También nos hicieron construir unas torres de vigilancia, porque los marinos dijeron que teníamos que acordarnos como eran los campos de concentración que salían en las películas. O sea, un campo de concentración al más puro estilo nazi. Otros compañeros se dedicaron a trabajar y mejorar todo el sistema de luz eléctrica, allí me recuerdo que estaba trabajando Guillermo Pulgar y Jorge Carvajal junto con un grupo de otros presos políticos; el trabajo de ellos era mejorar todo el sistema de alumbrado del recinto. El comedor se tuvo que hacer de nuevo,
prácticamente, dos compañeros del equipo que trabajó allí son Iván Urra y Luis Gatica, también Jaime Salazar y otros compañeros pusieron los tubos fluorescentes en el comedor. Esos datos me he conseguido.
¿Cuánto tiempo demoraron los trabajos para habilitar el campo?
En las alambradas fue un trabajo de más o menos dos semanas. Ahora, agregando la construcción de las torres de vigilancia, deben haber durado unas tres o cuatro semanas todos los trabajos. A mí me tocó estar trabajando en limpiar y arreglar el callejón de acceso al campamento, limpiando malezas, colocando piedras en fila y pintándolas de blanco ordenadas para delimitar la entrada. Eso debe haber durado una semana. De ahí a este grupo nos tocó ir a limpiar y habilitar las cabañas, porque iban a llegar los presos que venían de Isla Dawson. Además, tuvimos que hacer un cerco de alambres alrededor de esa cabaña, para que quedaran incomunicados de nosotros, que estábamos en otras cabañas. Entre los compañeros que venían de Dawson estaba Sergio Vuskovic, y su hijo Iván estaba con nosotros los presos políticos que nos bajaron de Colliguay, así es que nos arreglamos para que supiera el uno del otro y pudieron comunicarse ellos. También habilitamos un espacio dentro de una cabaña como biblioteca.
¿Y cómo se construyeron las torres de vigilancia?
Había dos compañeros que eran arquitectos que estaban presos arriba en Colliguay y también los bajaron a trabajar en la habilitación del campo de Puchuncaví, Max Adelsdorfer era uno de ellos. La Armada trajo los materiales y les ordenaron a ellos que hicieran el diseño y se encargaran de construir las torres de vigilancia. Fueron obligados por el sargento Aguayo a realizar un diseño que fuera un fiel reflejo de los campos de concentración de la segunda guerra mundial, de los nazis. El sargento Aguayo fue como el jefe de obras o el capataz a cargo de todas las construcciones. Este marino llegaba y ordenaba no más, diciendo “aquí tienen que ponerse las pilas y trabajar no más, acuérdense de las películas de guerra y hagan las torres acá, y vamos trabajando no más, porque esto es lo que manda”, y se tocaba su arma. Ahora los infantes de marina que estuvieron a cargo de habilitar Colliguay y también estuvieron aquí abajo en la habilitación y vigilancia de los trabajos, eran del Fuerte Papudo, que pertenecía al cuerpo de ingenieros de la Armada, ellos iban dando también las direcciones a los presos políticos. En el caso de Colliguay esos infantes de marina subieron como una avanzada con unos 15 o más presos políticos que estaban el barco Lebu, para construir y habilitar el campo de prisioneros de Colliguay. Acá en Puchuncaví, como eran del cuerpo de ingenieros, llevaron hasta una pala mecánica para aplanar el sector de arriba en Puchuncaví, como relaté hace un rato. Además, había un numeroso contingente de marinos armados en uniforme de campaña que nos vigilaban.
Nota: en la página 233 del volumen I del libro del doctor en historia Jorge Magasich “Los que dijeron No” se expone textualmente lo siguiente: “Después del golpe de Estado, los prisioneros en Isla Dawson consiguieron saber que Rauff (se refiere al criminal de guerra nazi Walter Rauff) había diseñado el campo de concentración trabajando como “técnico” asesor de la Marina”. No sería aventurado plantear que este “diseño” se haya utilizado en los campos de concentración de Colliguay y Puchuncaví.
En resumen, ¿cómo definirías el trabajo realizado?
Definitivamente como un trabajo forzado, fue así. Esto lo hemos comentado y hemos reflexionado sobre ello con algunos marinos constitucionalistas que fueron presos políticos y estuvieron trabajando en eso. Aun cuando podríamos decir, entre comillas, que estábamos un poco más liberados, porque podíamos desplazarnos un poco más, porque teníamos la posibilidad de mirar a la gente que pasaba por afuera, saludarlos, observar por arriba, por el lado norte, a los lugareños que nos hacían señas, pero sin duda alguna fue un trabajo forzado. Lo que sucede es que nosotros tratábamos de hacerlo lo más llevadero posible, para no tomar tanto caldo de cabeza y pasar el día. Era un trabajo forzado que, además, partía en la mañana, bien temprano, y no sabías a qué horas iba a terminar en la noche, y nos apuraban diciéndonos que nos acordáramos que este trabajo era en beneficio de nosotros, porque solo así podríamos recibir visitas.
¿Permanecieron mucho tiempo después de terminar de habilitar el campo de prisioneros?
No, a la gran mayoría nos bajaron al Cuartel Silva Palma y a la cárcel de Valparaíso, solo recuerdo concretamente al compañero Juan Azúa, de los que bajamos de Colliguay a preparar Puchuncaví, que se quedó. Él estaba en Puchuncaví cuando subió un bus Pegaso de la Cruz Roja
con familiares, a una visita, pero nosotros ya no estábamos allá, estaban los prisioneros políticos que trajeron de Dawson y que llevaron también de otros lugares a Puchuncaví.
En el fondo a nosotros nos llevaron desde Colliguay como un contingente de trabajo y una vez terminada la tarea nos evacuaron a otros recintos de prisión.
Respecto a todo este trabajo hay un vacío, una memoria que no se ha contado ni destacado por la Corporación a cargo de este Sitio de Memoria, hay incluso un libro publicado donde esta situación no aparece.
Además, hay otro episodio muy importante que también forma parte de esta memoria ignorada de Puchuncaví y es el caso de la presencia allí como prisionero del compañero Silvio Pardo, que un día fue sacado desde allí con rumbo desconocido y desde entonces es un detenido desaparecido.
Respecto a este caso en específico, conversé con Gabriel Aravena, quien estuvo prisionero en Colliguay y ubicaba a Silvio Pardo, manifestándome al respecto lo siguiente:
“Yo estuve en el campo de concentración de Colliguay desde el 23 de abril hasta el 22 de mayo del 74, después de salir de una incomunicación en la Academia de Guerra de 10 días. Cuando llegamos con otros compañeros a Puchuncaví se estaba terminando de construir el campo de concentración y todos los presos políticos tenían que colaborar en la construcción del campo de concentración, cuestión a la que me opuse, en forma personal, y no colaboré en la construcción y como castigo no me dejaron recibir ningún tipo de correspondencia ni encomiendas de parte de mi familia.
En relación con el caso del compañero Silvio Pardo fui testigo de la desaparición de este compañero de este lugar. Un día, debe haber sido como a las 8 de la noche, cuando estábamos todos formados para retirarnos a las cabañas, los marinos llamaron por su nombre a Silvio Pardo y un contingente se lo llevó hacia otro lugar y de ahí nunca más supimos de él. Esto debe haber sido como a principios de mayo del 74. A Silvio Pardo yo lo conocía y ya llevaba un tiempo preso allí. Estábamos formados, lo llamaron y lo sacaron de la fila, de la formación en que estábamos antes de retirarnos a las cabañas, se lo llevan y no pudimos ver hacia dónde ni tampoco cómo se lo llevaron desde Puchuncaví, pero después de eso no lo vimos nunca más. Es un detenido desaparecido.”
En relación con otros testimonios recogidos por Antonio Oyarzo y aportados vía mail, están los de algunos marinos constitucionalistas que estuvieron prisioneros y trabajando en la habilitación de Puchuncaví: Jaime Salazar dice que “entre los “pioneros” llevados de Colliguay a Puchuncavi están: Luis Ayala, Rodolfo Claros, Claudio Espinoza, Guillermo Castillo, Alejandro Benavente, Bernardo Flores, Apablaza, José Lagos, Ricardo Tobar y el Tetera, el Flaco Luengo”.
Por otra parte, José Lagos escribe lo siguiente: “No he escrito nada sobre ese lugar, pero si fui de los primeros en llegar. Fuimos trasladados al mismo estilo del traslado a Melinka en Colliguay, y una vez llegados nos colocaron de inmediato a efectuar trabajos forzados custodiados por un pelotón de cosacos armados de HK a hacer los hoyos para colocar los postes, a transportar los rollos de alambres de púas, las cajas con grapas, para nosotros mismos ir construyendo las alambradas del campo. Todo era siempre custodiado por los infantes, trabajábamos hasta el
atardecer y eso lo hicimos hasta qué el campo quedo cercado. Nos encerraban en las cabañas tipo A del balneario popular.”
Ricardo Tobar agrega: “Nos sacaron de Colliguay para llevarnos a Puchuncavi, transportando palos, alambre de púas, herramientas, etc. Y terminado el trabajo de descarga ahí, nos llevaron a Ritoque, para descargar otros materiales. En Puchuncaví conocí al "tetera" que junto a otros recibieron los elementos. No estoy seguro de quienes fuimos, me recuerdo al Flaco Luengo, al Pepe Ojeda, pero de otros no recuerdo el nombre. Terminado eso, regresamos al campo de prisión Melinka en Colliguay casi de noche.”
Otro testimonio, según me relata Antonio Oyarzo, es el de Juan Aldana, quien recuerda que: “En un primer momento, en el primer grupo de presos políticos que bajaron en un camión, iban algunos compañeros que tenían experiencia en el tema de la electricidad, como Guillermo Pulgar y Jorge Carvajal, este último ex alumno de la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad Santa María. Ellos se preocuparon de arreglar el sistema eléctrico que estaba caído e hicieron andar el trasformador y después fueron revisando, pabellón por pabellón, cabaña por cabaña, el funcionamiento de los enchufes, para chequear que el sistema eléctrico funcionara bien y no se cayera”.
Por su parte, Iván Urra le comentó a Antonio que “fui trasladado el 15 de abril de 1974 desde el campo de prisioneros de Colliguay al campo de prisioneros de Puchuncaví. Previamente había tenido el mismo traslado mi amigo Luis Gatica, quien me recibió en Puchuncaví para ocupar una de las cabañas destinadas a los confinados y que otrora era parte del complejo turístico del programa de gobierno de la unidad Popular de los “balnearios populares”. Paradojalmente, me había tocado estar presente en algunos de estos campamentos en los años 1971-1972 como promotor de actividades culturales y de entretención para los veraneantes. Prontamente nos tocó construir un comedor de madera para todos los confinados, una estructura que perduró en el tiempo y en la cual, junto a Luis, escribimos en la parte interior de una tabla nuestros nombres y la fecha, tabla que fue colocada en una de las murallas de la construcción. Si bien el devenir cotidiano en este campo fue más relajado que los anteriores, sufrimos los típicos simulacros de rescate, con balaceras que nos obligaban a tirarnos al suelo en horas de la noche. Tiempo después se comenzó a aislar una zona de cabañas para acondicionarlas a los nuevos huéspedes que llegarían desde el sur, que eran los “jerarcas” de la UP, como le decían los marinos. Para pesar nuestro, las condiciones de acondicionamiento fueron mucho más confortables que las que nosotros teníamos, lo cual refleja la cultura clasista y segregacionista de los marinos que trataba, en este lugar, de diferente manera a los que tenían un “rango” superior. Además, nos separaron de ellos con una empalizada de madera que no dejaba ver hacia el otro lado; se nos prohibió acercarnos a esa estructura y a hablar con los “ilustres” vecinos. La gota que rebalsó el vaso sucedió a los pocos días del traslado de los nuevos vecinos, pues recibieron visitas de sus familiares. En cambio, nosotros no recibimos visitas de familiares desde nuestra fecha de captura el 16 de septiembre de1973. Dejé este campo el 3 de junio de 1974 y fui trasladado a la cárcel pública de Valparaíso, lugar en que finalmente pudimos recibir visitas.”
¿Antonio, para terminar, recuerdas alguna anécdota en ese período de trabajo forzado?
De repente, un día cualquiera, apareció desde abajo un teniente montado en un caballo blanco, como el caballo de Napoleón, y llegó a supervisar el trabajo que estaban haciendo los compañeros en el lado norte, arriba del estanque de agua. Los compañeros estaban levantando las alambradas y este teniente se dedicaba a correr con su caballo, como un dueño de fundo, tirando pinta y mostrando su destreza en la cabalgata y resulta que se pone a correr y los cabros le gritan que se detenga porque hay alambres de púas, pero siguió igual corriendo con el caballo, pasó por una alambrada y se cortó toda la cara.




Guillermo Correa Camiroaga, 08 septiembre 2025

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