Quedarse en casa es una de las indicaciones que un
porcentaje importante de la población - independientemente de los erráticos y
contradictorios llamados realizados por las autoridades – ha estado cumpliendo
de manera autónoma, lo que constituye una acción concreta de autocuidado.
Esta es una situación transversal, que no obedece a
directrices políticas determinadas, sino más bien al sentido común, pero sin
duda han sido los sectores populares más conscientes y organizados los que han
tomado la iniciativa en este respecto. Esta medida, la de quedarse en casa para
evitar el contagio del coronavirus, la que junto al distanciamiento social, el
lavado constante manos y la protección facial constituyen los cuatro pilares de
la prevención ante la emergencia sanitaria que estamos enfrentando.
Pero el llamado a
permanecer en casa se vuelve una “cuarentena imaginaria” para un número muy
significativo de hombres y mujeres que deben batallar día a día buscando los
recursos de subsistencia necesarios para seguir adelante con sus vidas, viven
en condiciones precarias de hacinamiento o carecen de elementos tan básicos y
esenciales como agua potable, por lo que los numerosos y bien elaborados videos
que circulan por las redes sociales
llamando a guardar una disciplinada cuarentena, se transforman en meros elementos
publicitarios , ya que están orientados a quienes tenemos las posibilidades de
acceder en buenas condiciones a tales
sugerencias.
No es necesario ir a las poblaciones carenciadas o a los
territorios depredados del agua por las mineras o las plantaciones
agroindustriales para ver esto, ya que basta observar en las calles
céntricas de las ciudades el gran número
de personas que se encuentran en
movimiento buscando recursos para “parar la olla”, lejos de la cuarentena
recomendada.
Este es un punto a tener muy en cuenta y que debería estar siempre presente en
cualquier análisis y crítica que se haga ante las confusas medidas que definen
y comunican las autoridades políticas, que están más preocupadas de las grandes
empresas y el resguardo de la economía que de las condiciones de vida y la preservación de la misma para las gran mayoría del pueblo pobre y oprimido.
Algunos compañeros y compañeras, al no resaltar este punto
como uno de los prioritarios, se han trasformado en verdaderos “talibanes pro
cuarentena”. Sin embargo, los sectores populares más conscientes, aquellos que
desde antes de la rebelión popular de octubre estaban organizados e insertos en
los territorios, junto a las diferentes organizaciones populares que surgieron
al calor de esta lucha, están desarrollando un trabajo comunitario en donde la
solidaridad es el eje central de su quehacer. Y en este accionar deben romper
la “cuarentena imaginaria” en que se encuentran , para seguir desplegando la
lucha popular de otra manera, orientada ahora a la lucha por la vida, contra el
coronavirus y la miseria, aún corriendo el riesgo de terminar contagiándose.
Han pasado de la primera línea de la lucha callejera a la primera línea de la
lucha por la vida en los territorios, y forman parte del contingente de héroes
populares anónimos, que viven realidades alejadas de las cómodas cuarentenas a
las que muchos privilegiados podemos tener acceso.
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 23 abril 2020
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