Las distintas arpilleras confeccionadas por estas artesanas
estaban expuestas en paneles distribuidos en los distintos muros del salón
donde se desarrolló el acto, permitiendo apreciar la calidad artística plasmada
sobre las telas, mediante la cual traen al presente retazos de nuestra memora
histórica.
María Graciela Mena, Coordinadora del Programa PRAIS de
Valparaíso, manifestó la satisfacción de todo el Equipo de Salud por el trabajo
llevado adelante por el Taller de Arpilleras “porque para nosotros como equipo
especialista, en el tema de la Reparación en Derechos Humanos, el mejor
medicamento es trabajar en contra de la
impunidad y en busca de la verdad”, agregando luego que “en
el Servicio de Salud ustedes comprenderán que se habla mucho de medicamentos,
de enfermedades, pero hablar de Derechos Humanos, hablar de violación a los
Derechos Humanos, hablar de prisión política, hablar de tortura, de exoneración
política, hablar de exilio, hablar del retorno, no es común.” Y
precisamente estos son los temas de los cuales nos “hablan” las Arpilleras.
Durante el transcurso de esta actividad de cierre del taller
2018, algunas de sus integrantes hicieron pequeños relatos de la motivación y
el contenido de las arpilleras que confeccionaron. Específicamente se
presentaron tres Arpilleras, Escuela Barros Luco, Liceo de Niñas N°2 y Universidad Santa María, las que tienen en
común el representar el uso de establecimientos educacionales de Valparaíso
como centros de detención y tortura, durante los primeros días de ocurrido el
golpe militar.
Fue así como Marisa contó que “la Arpillera que me tocó
trabajar en el segundo semestre del 2018 tiene el nombre de la Escuela Barros
Luco, que fue una de las muchas instituciones educacionales que para el golpe
militar fueron utilizadas como centros de detención. En la Arpillera quise
plasmar la situación vivida por dos jóvenes universitarios, Marcela López y
Orlando Juantock, militantes del MIR que organizaban la Resistencia en el cerro
La Cruz en Valparaíso, que fueron detenidos y llevados a la Escuela Barros Luco
el 12 de septiembre de 1973”. Por
otro lado, Gabriela nos relató: “Hice una Arpillera que es sobre el Liceo de
Niñas N°2. Es una Arpillera que no está aún terminada, está en proceso, y
muestra lo que pasamos los pobladores que vivimos en los cerros del centro de
Valparaíso. Desde allí fueron sacados todos los hombres, jóvenes, adultos y
ancianos, sin ningún respeto ni consideración y fueron llevados al Liceo de
Niñas, donde fueron vejados, torturados y humillados solo por ser partidarios de la Unidad Popular o
simpatizantes y militantes de izquierda. Esta Arpillera tiene mucha relación
con el Cerro Mariposa y el Cerro Florida, que es donde yo vivo.”.
Por último, Cecilia, hizo la presentación de la Arpillera
denominada “Santa Hoguera”, expresando que “fueron muchas las instituciones
educacionales que colaboraron con la violación de los Derechos Humanos durante
la dictadura cívico-militar chilena. La Universidad técnica Federico Santa
María no fue una excepción. La misma mañana del 11 de septiembre Infantes de
Marina comenzaron a usar sus instalaciones para detener, torturar e interrogar
a decenas de personas que provenían fundamentalmente del Cerro Los Placeres de
Valparaíso. Desde este improvisado centro de torturas, los y las detenidas
fueron trasladadas a otros centros de tortura, tanto dentro de la Región de
Valparaíso como de Santiago. En mi Arpillera, La Santa Hoguera, quise ilustrar
este inmediato control que ejercieron los uniformados en esta universidad, así
como también ilustrar la barbarie cometida por los uniformados, que según
testimonios de la época, quemaron alrededor de nueve toneladas de libros por
ser considerados literatura marxista.”
El Taller de arpilleras lleva dos años funcionando en el
local del PRAIS, pero sus inicios se remontan al segundo semestre del año 2016,
cuando iniciaron su funcionamiento en la Ex Cárcel de Valparaíso. Silvia, una
de sus fundadoras explicó resumidamente los orígenes:
“Este Taller surge de otro taller que ya existía en Santiago de ex
Presas Políticas de Tres y Cuatro Álamos, en donde hacíamos bordados. Allí
surge la idea de no solo contar lo que pasaba en Tres y Cuatro Álamos, sino
además hacer un homenaje a las madres, a las mujeres que buscaron a sus hijos
los años 73 al 78, y que en esa búsqueda
se organizaron e iniciaron a confeccionar Arpilleras, que por un lado les
permitió sobrevivir, pero fundamentalmente fueron arpilleras de denuncia de lo
que estaba ocurriendo en el momento, de denuncia de lo que pasaba en Chile con
sus familiares, con los Presos Políticos de entonces (…) lo que nosotros
hacemos con las Arpilleras es recuperar esa Memoria que muchos se encargan de
que quede en el olvido. Nosotros rescatamos hoy en día lo que fueron las
vivencias pasadas en relación a la violación de Derechos Humanos, y las hemos
trasladado a esta técnica, que es una técnica de Artesanas(…) creemos que el
trabajo de Memoria es hoy día absolutamente indispensable. Esa Memoria la
podemos trasladar a estos trabajos y mostrarlos en diferentes lugares, ya que
no pueden permanecer guardados, sino que vamos a buscar las formas de mostrarlo
a la sociedad civil, a esa sociedad que se ha olvidado o a aquellos que no
conocieron la historia.”
En esta ceremonia estuvieron presentes representantes de
diversas organizaciones de Derechos Humanos y agrupaciones de Ex prisioneros y
Prisioneras Políticas de la V Región.Dos integrantes de la Corporación de
Cultura y Memoria de Puchuncaví, Rodrigo y Silvana, mediante la exhibición de
un video, dieron a conocer el trabajo llevado adelante para lograr recuperar
como Sitio de Memoria, parte del lugar
en donde funcionó el Campo de Prisioneros Políticos de Puchuncaví. El Taller de Arpilleras le hizo
entrega a estos compañeros de un trabajo realizado por Nora Y Silvia, en donde
plasmaron sobre la tela imágenes del Campo de Concentración de Melinka. Nora, refiriéndose al contenido de la
Arpillera destacó un hecho histórico realizado por los Prisioneros Políticos
que se encontraban allí: “Esta cabaña que se ve acá en la Arpillera
estaba cercada y en el mes de julio del 75 se realiza algo que marca un hito a
nivel nacional e internacional, que es la primera Huelga de Hambre de los
Presos Políticos. El compañero que me escribió este relato, Hernán Brain, dice
lo siguiente: “Los marinos nos meten en las barracas celestes y nosotros nos
repartimos en diez celdas, con casi diez por celda, seis camarotes y cuatro en
el suelo. Me tocó estar en la celda del rincón de la izquierda, en ella estuvo
Carlos Díaz Cáceres y en la primera noche de la Huelga de Hambre, después de
discutir los objetivos de la huelga, que tipo de huelga y sus complicaciones,
cada celda hizo un recordatorio de un camarada Detenido Político Desaparecido.
A la nuestra le tocó Mario Calderón Tapia, el “negro” Calderón. Como el “pecho
de buque” , Carlos Díaz, lo había conocido desde los primeros días de su
incorporación al MIR, nos habló de su vida sindical y sus opciones políticas de
seguir la lucha por lo que le tocó partir a Santiago en marzo del 74 con Carlos
Guajardo Wolff, el cura Antonio Llidó, Gregorio Muñóz, todos ellos Desaparecidos”.
Rodrigo del Villar, al recibir y agradecer la donación de la
Arpillera complementa el relato anterior diciendo que: “Nosotros permanecimos en Villa
Grimaldi un tiempo bastante largo y cuando nos trasladan a Puchuncaví, al poco
tiempo aparecen estos diarios, uno argentino y otro brasilero, que aparecieron
esa única vez y nunca más, con la lista de 119 personas que habían sido muertas,
según esos pasquines, “por sus propios compañeros, por traidores”. Toda esa
gente que aparecía ahí eran compañeros que estuvieron detenidos con nosotros.
Esa fue una manera grosera de justificar el asesinato de esos 119 compañeros.
No sé si ustedes saben lo que significa 119, es 11 de septiembre, o sea es una
cosa absolutamente planificada. Esa fue la causa que motivó la Huelga de
Hambre, como una forma de denunciar lo que estaba pasando.”
Como parte final del acto de cierre del Taller de Arpilleras
del año 2018 se les hizo un reconocimiento a la compañeras María Graciela Mena,
Coordinadora del Programa PRAIS, y a María Alicia Salinas, Monitora del Taller,
destacando el apoyo desinteresado y la importantísima labor desempeñada por
ellas para sacar adelante este proyecto.
María Alicia Salinas hizo uso de la palabra y en parte de su
intervención manifestó:
”Lo que a nosotras nos interesa es rescatar la Memoria en el sentido de
valorar lo que nosotras fuimos y lo que fueron nuestros compañeros. Nosotras
hablamos de sobrevivientes porque nosotros no somos víctimas, no fuimos
víctimas ni nuestros compañeros tampoco fueron víctimas. La única forma de
valorar lo que nosotras fuimos es dándolo a conocer. Aún con todo lo siniestro
que fueron las casas de tortura, ahí estaban nuestros compañeros, entonces para
nosotras, para mí, personalmente, es muy importante, porque ese punto yo puedo
relacionarlo con las “viejas”, a las chiquillas no les gusta que diga las
“viejas”, pero lo digo con el cariño hacia mí mamá, la mamá de la Walki, la
mamá de la Silvia, la mamá de todos los compañeros que nos visitaban a nosotros
y que empezaron a hacer estas Arpilleras, tomando un oficio de los sectores
populares y a nosotras nos interesa que eso se vuelva a resignificar dentro de
los sectores populares. Las que bordaban en este país no eran las mujeres de la
burguesía, eran las mujeres de las clases populares, las mujeres marginales.
Ellas eran las que bordaban y que tenían que vender sus pañitos, sus paños de
cocina, todas esas cosas, para poder subsistir y resolver sus problemas
económicos. Esto nosotras debemos ser capaces de lograrlo. Esto tiene que
trasmitirse. Para esto, como Taller no podemos permanecer toda la vida
encerrada entre cuatro paredes, debemos transformarnos en Monitoras cada una de
nosotras para replicar esto en cada población en donde estemos insertas, para
recuperar la memoria popular de esos sectores, esa es la gran tarea que tenemos
por delante. De nada nos sirve seguir haciendo estas verdaderas obras de arte
popular si no somos capaces de resignificar la Memoria junto a los propios
sectores populares, realizando talleres con ellos, en sus propios espacios y
rescatando sus propias vivencias (…) Hay toda una historia desconocida en
relación con el arte popular durante la dictadura, una arte que fue de protesta
y de denuncia en las más variadas formas y ese es también un rescate pendiente
(…)”
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 3 de abril 2019
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