El pasado martes 08 de enero, a la edad de 78 años, falleció
Luciano Tarifeño, una importante figura del cine nacional. Escenógrafo,
camarógrafo, productor ejecutivo, montajista director de fotografía, director
del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, son parte de su extenso
curriculum en el área audiovisual. Fue también un precursor de la televisión en
Chile, la que tuvo sus inicios a fines de los años cincuenta en la Universidad
Católica de Valparaíso (UCV TV) donde, además, se desempeñó como director de
distintos programas. Participó en la fotografía de la película de Aldo Francia
“Valparaíso mi Amor”, film que constituye un ícono de la cinematografía chilena
y latinoamericana.
Hoy jueves 10 de enero el cuerpo de Luciano Tarifeño fue llevado a las diez de la mañana hasta el
local del Cine Arte de viña del Mar, permaneciendo allí hasta las 13,30 horas,
lugar al que acudieron sus familiares, compañeros de trabajo y amigos para rendirle un homenaje y despedir
sus restos en este recinto que representa
un patrimonio del Séptimo Arte para nuestra región, nuestro país y América
Latina.
El ataúd con el cuerpo de Luciano colocado sobre el
escenario, delante de la pantalla, se amalgamó con la proyección de un
documental sobre su trayectoria de vida donde aparece el rostro de Luciano
entregando su propio testimonio, transformándose así en una expresión
surrealista de imágenes superpuestas, ya que las palabras expresadas por él en
este registro audiovisual se dirigieron no solo a los numerosos asistentes
presentes en este verdadero templo del cine , sino que además se las relataba a
sí mismo, convirtiéndose este momento mágico en una verdadera obra audio visual
póstuma.
Lo mismo ocurrió con las distintas semblanzas, recuerdos y
anécdotas manifestadas junto a su féretro por familiares, compañeros de trabajo
y amigos.
Su hija Daniela, visiblemente emocionada, manifestó:
“Hoy estamos aquí para despedirte, así lo dice la gente, pero sin duda
que hoy es un nacimiento, nace lo que, de todos los que te queremos,
reconstruimos de ti para darte eterna presencia y eso ocurre recordando las
vivencias que cada uno de nosotros tuvo contigo. Durante
estos días hemos recorrido historias y relatos de tu vida. Algunas hablaban de
ti cuando niñas jugando con autitos en la orilla de los ríos, con hermanas de
sangre y hermanas de tierra en tu amado Jahuel. Otras dicen que escogiste el
cine en la casa de 7 Norte, uniendo pedacitos de dibujos de historietas en una
caja de zapatos para que tu hermana y tu madre se sentaran a ver “cine”,
proyectando tus dibujos al mismo tiempo que dabas vueltas y más vueltas con la
mano un rodillo extraño. Qué
eras catete, pedías a tu madre telas y
materiales para tus proyectos creativos, armando instalaciones y presentaciones
de “cosas raras y divertidas”, con materiales que nunca más volvían, lo que no
causaba mucha gracia, por supuesto.
También dicen que jugabas al
fútbol, una sorpresa para nosotros, y que en esas arenas de la playa peloteaban
y canturreaban siempre. Conocimos historias alucinantes como aquellas en que un
día uno de los tantos chascones que llegó al campo de juego, demostrando que
era un gran talento para la pelota, era nada menos que Elías Figueroa. Dicen
otros que andabas en moto, que tocabas el contrabajo en una banda de música que
ahora que veo las fotos era más grande que tú. Que convivieron con los “High
Bass”, esos mismos que terminaron transformándose en unos famosos y eternos “Jaibas”. Que viviste entre hippies y
que al parecer es verdad que eras uno. Que la juntas en las casas de Agua Santa
era muy frecuentadas y que siempre eras uno de los que vivía en la tribu, pero
siempre manteniendo ese aire silencioso, taciturno y solitario. Y
así, siendo un grupo de jóvenes sin más
pretensiones que intentar ser felices, vivieron el duro golpe del 11 de
septiembre, que las vieron verde y que lo afrontaron haciendo cine, haciendo
tele, sin perder nunca en norte, cambiar el mundo por uno mejor, más solidario
y más feliz. Han ido apareciendo historias del liceo
Guillermo Rivera, de la Escuela de Cine, del Canal 4 de la Católica de
Valparaíso, de los programas de títeres para niños, vanguardistas y
convocantes, que trascendieron los límites de esta ciudad. Nos
han contado de Luciano trepando por Chile, en su camioneta, en su Lada,
grabando y filmando todo aquello que es parte del país profundo y desconocido.
A veces con cinta y nos hemos enterado que a veces igual incluso sin ellas.
Que desde los primeros años del
Festival de Cine y hasta que te lo permitieron los poderes fácticos, hiciste
los más grandes esfuerzos por traernos y ponernos en contacto con increíbles
realizadores, directores, actrices y actores, contribuyendo a ganar tu ciudad
de Viña del Mar junto al arte y convivencias inolvidables del colectivo,
tomándose esta ciudad. ¿Quién le quitó a esta ciudad ese talento tuyo Luciano?,
¡y cuanta falta nos hace en estos tiempos! De
todas las historias, ninguna, lo demuestra el video que vimos recién, elude el
relato de tus cualidades y calidad humana. Silencioso y pausado, contemplativo
y risueño, pasando casi desapercibido, guapo, un morenazo, tierno, comprometido
y siempre, siempre, siempre consecuente. Los que estamos aquí hoy día Luciano tuvimos
la fortuna y el regalo de conocerte, de aprender de ti, de reír, de llorar, de
enojarte, rabiar y conversar contigo. Ten absoluta certeza de que siempre
seguiremos contigo en el pensamiento, en el alma, en los recuerdos que
compartimos y que te mantendrán, desde hoy y para siempre, y como siempre, muy
presente en nuestros corazones.”
Después de esta hermosa y completa semblanza entregada por
Daniela, hicieron uso de la palabra algunos de sus compañeros de trabajo y
amigos.
Nolberto Salinas relató:
“Fui compañero de carrera de Luciano y vengo a despedir a mi compañero
y amigo en este templo del cine, patrimonio del cine latinoamericano y mundial.
En este Cine Arte en que vimos tantas y tantas películas y también una película
que producimos junto a nuestro maestro Aldo Francia. Trabajamos juntos con
Luciano y a mí me correspondió ser coordinador de producción y cuento una
anécdota con Luciano. En ese tiempo cuando estábamos filmando la película
“Valparaíso mi Amor” en el Cementerio de Playa Ancha, nos quedamos sin película
y andábamos sin la cámara obscura para poder cambiar la película del chasis y
se nos ocurrió ocupar uno de los nichos de los viejos tercios de Santiago
Wanderers. Así fue como me tocó entregarle la película a
Luciano dentro del nicho, él cambió la película y luego salió como resucitado
del nicho de los viejos tercios de Santiago Wanderers y seguimos filmando la
película en lo que correspondía a lo del Cementerio de Playa Ancha. (…) Nuestro amigo Luciano me había propuesto
cantar la canción “La Joya del Pacífico” si es que fallaba el negro Farías. Me
dijo: ”Nolberto, tú vas a ser el que va a cantar en la película”. Felizmente el
negro Farías se pudo poner de acuerdo con el equipo y nuestro querido maestro
Aldo Francia y estar presente en la película (…) Como cineasta hay toda una
historia, porque el año 1973 con el golpe militar cerraron nuestra carrera
cuando ya estábamos cerca de terminarla y quedamos nosotros como a la deriva,
pero pudimos felizmente retomar esa carrera después del año 90, y poder
titularnos el año 95 como Realizadores Cinematográficos en la Universidad de
Chile.”
Su amigo Nolberto interpretó el vals “La Joya del Pacífico” al
lado del ataúd, acción que provoca una atmósfera especial, para concluir su
intervención manifestando:
“He venido a despedirme de mi amigo Luciano en este maravilloso
encuentro que hemos tenido a lo largo de la vida, en este largometraje de 78 vueltas
alrededor del sol que ahora continuará en la eternidad.”
Por otra parte, según relata un hermano de Luciano, “él
denominó a este lugar, el Cine Arte, como “el templo del cine”, una catedral
del cine, y creo que es algo que tenemos que considerar, de tratar de darle
alguna permanencia de más largo plazo, una especie de patrimonio cultural del
cine chileno y latinoamericano, ya que aquí surgieron muchas ideas, de Luciano
y muchos
Otro de los amigos de Luciano, Raúl Cuevas, contó la
siguiente anécdota: “Cuando llegué a trabajar al Canal de la Católica el año 62, después del Mundial de
Fútbol, lo encontré allí. Me tomó de Asistente de Escenografía. En esa época
trasmitíamos una hora a la semana, el día miércoles, y vino un poeta argentino
que lo presentaba el programa del Luciano, y hablaba de la pampa argentina, de
los gauchos y todas esas cosas. Entonces me dijo “flaco, tú te vas a sentar
aquí en una fogata, con una tetera con agua, con un mate y tú vas a ser el
gaucho”.
Me disfrazaron de gaucho y en una parte de la trasmisión tenía que
mirar hacia el horizonte y echarle agua al mate, pero como miraba hacia otra
parte no le eché el agua al mate, sino que me cayó aquí entremedio de las
piernas y lancé un chilenismo… y en ese año se trasmitía en vivo. Si yo eché un
chilenismo, el Luciano me echó todos los que existían una vez que terminó el
programa.”
De esta forma, al interior del Cine Arte la energía de
Luciano Tarifeño se propagó por todos los rincones de este histórico recinto,
fundiéndose con la energía de los y las asistentes, transformándose en un todo armónico
con los recuerdos de sus familiares, con las anécdotas de sus colegas y amigos,
con las imágenes proyectadas sobre la pantalla, trascendiendo metafóricamente más
allá de su cuerpo depositado en el ataúd presente sobre el escenario.
Guillermo Correa Camiroaga, Viña del Mar 11 de enero 2019
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