El ritual
de la “participación” democrática se expresará una vez más en las urnas este
domingo 21 de noviembre, donde el protagonista principal será un lápiz que
permitirá a las y los electores marcar sobre las papeletas sus preferencias.
El “blablá”
y las promesas de múltiples colores que han sido plasmadas en los diferentes
programas de gobierno, amplificadas por la publicidad y la propaganda
electoral, han ido adecuándose de acuerdo con el desarrollo de los debates
políticos y las temáticas puestas sobre la mesa por los propios medios de
comunicación tradicionales, para de esta manera enmarcarse y ser funcionales a
la institucionalidad y al poder establecido, matizando así proyectos de cambios
con gradualidades y consensos para no atemorizar a las élites.
Como ha
ocurrido en todas las elecciones de la post dictadura la cantinela de “no
perder el voto y optar por el mal menor” sigue también siendo un argumento que
muchas y muchos electores utilizan para justificar tomar determinadas opciones
electorales, dejando guardadas en algún baúl las propias convicciones,
propalado dicha acción como un inteligente ejercicio de “realismo y
flexibilidad política”.
Un elemento
que se repite elección tras elección, pero que en esta oportunidad se ha
resaltado mucho más aún , es levantar el fantasma del fascismo y el
pinochetismo para tratar de estimular el acudir a las urnas masivamente para
evitar que en Chile llegue a gobernar la extrema derecha, olvidándose e ignorando
que desde el año noventa en adelante todas las coaliciones gobernantes han
implementado y profundizado los planteamientos económicos, políticos, represivos,
sociales y culturales definidos durante la dictadura cívico militar. Los
gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría lo hicieron con una cara más
amable, entregando algunos beneficios sociales y muchos bonos, pero sin tocar
la esencia estructural del modelo capitalista en su versión neoliberal.
En esta
democracia en la medida de lo posible, con un fuerte olor a dictadura el último
tiempo, la forma o la careta con la cual esta se presenta va a depender del
grado de desarrollo de la organización y de la lucha social. Sonriente y amable
cuando no se ponga en peligro la institucionalidad construida pacientemente por
más de treinta años y brutal, represiva y sin careta alguna cuando los
cimientos del poder comienzan a tambalear con el accionar popular rupturista como
quedó demostrado durante la rebelión popular iniciada el 18 de octubre del 2019
con los numerosos asesinatos, encarcelamientos, torturas y masivas mutilaciones
oculares en contra de las luchadoras y luchadores populares.
Este modelo generador de desigualdades, opresor y represivo hace muchos años, además, que ha militarizado el Wallmapu, llegando en la actualidad a instaurar un Estado de Emergencia que permite intervenir en el control de la población civil y la represión no solo a las fuerzas policiales instaladas allí con una amplio contingente y aparataje tecnológico y militar, sino ahora también a las Fuerzas Armadas.
Entonces
¿se puede argumentar temor a que se instale la extrema derecha y sus políticas
represivas para ir a votar e impedir que esto ocurra, si esto que plantean como
algo que no debemos dejar que suceda está pasando desde hace años en nuestro
país, particularmente en el territorio del Wallmapu?
Nuestra frágil memoria ciudadana y la miopía sesgada por los apetitos políticos de todo tipo por parte de quienes participan activamente de esta institucionalidad cuestionada y rechazada rotundamente en los primeros meses de la rebelión, pretenden hacer olvidar que estas elecciones, así como la Convención Constitucional que llaman también a proteger, son procesos complementarios, necesarios y útiles para seguir fortaleciendo el sistema capitalista vigente, que seguramente sufrirá algunos cambios y adecuaciones en su versión neoliberal para poder proyectarse con más fuerza y solidez durante muchos años más.
Las elecciones del próximo domingo dibujaran un nuevo cuadro y escenario político que en nada alterará la correlación de fuerzas existente hoy en día, es decir que no significará en los hechos una acumulación de fuerzas en el campo popular que quiere avanzar por un camino de liberación que termine efectivamente con el modelo de sociedad instaurado durante la dictadura, construido y profundizado por todos los gobiernos civiles que le han sucedido hasta ahora.
El camino
institucional pletórico de elecciones y con una Convención en pleno
funcionamiento solo apunta en una dirección: la estabilización, adecuación y
perfeccionamiento del sistema capitalista en nuestro país.
Guillermo
Correa Camiroaga, Valparaíso 16 de noviembre 2021
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