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¿QUÉ SIGNIFICADO TIENEN LOS MEMORIALES DE LOS DETENIDOS(AS) DESAPERECIDOS(AS) PARA SUS FAMILIARES?



La instalación de Placas y Memoriales para rescatar la memoria histórica popular y rendir homenaje a las luchadoras y luchadores populares constituyen un potente ejercicio de memoria política y de pedagogía popular, pero más allá de estos necesarios e importantes objetivos creo que es necesario asimismo preguntarse qué significado tendrán estos espacios para los familiares directos, especialmente cuando se refiere a compañeras o compañeros detenidos desaparecidos.

La desaparición forzada de personas es una de las prácticas represivas más brutales, repudiables y carentes de la más mínima consideración de humanidad, que fue utilizada masivamente en contra de los luchadores y luchadoras populares durante la dictadura cívica militar encabezada por Augusto Pinochet en nuestro país. 

En septiembre del año 1987 cinco militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez fueron secuestrados, torturados, asesinados y posteriormente hechos desaparecer lanzando sus cuerpos a las profundidades del mar frente a las costas de la región de Valparaíso. Estos compañeros fueron los últimos Detenidos Desaparecidos de la dictadura y entre ellos está Manuel Jesús Sepúlveda Sánchez. Precisamente en memoria y homenaje de este compañero porteño el pasado 12 de septiembre del 2021 se instaló una Placa de Memoria en la plazoleta Carvallo, en el cerro Playa Ancha, en un lugar desde el cual al colocarse junto a ella se puede observar el mar.

Desde la instalación de este Memorial, Verónica Bravo, su esposa y compañera, acude regularmente a visitar el lugar “para conversar mentalmente con el “Lolo”, porque así lo llamaba yo, limpiar la placa y su entorno, junto con colocarle claveles rojos frescos, porque así siento que esta plaquita se ve con vida”, me dice ella. 

Hoy jueves 25 de noviembre acordamos encontrarnos para conversar de lo que ha significado para ella la existencia de este Memorial ubicado en Playa Ancha. Cuando voy llegando al lugar, a la distancia la observo limpiar con un paño la plaquita de Manuel como si se tratara de un delicado y preciado cristal; de pronto percibe mi presencia, se gira hacia mí, nos saludamos y me acerco a conversar, como habíamos acordado. 

Como nos conocemos desde hace algún tiempo la conversación fluyó con naturalidad, pero no puedo dejar de mencionar la emoción y el agradable impacto que me produjo el observar su rostro mientras entregaba su relato, trasmitiéndome con serenidad una paz interior, una tenue satisfacción de alegría y mucho amor cuando recordaba a su compañero Manuel, produciendo en torno a ella una atmósfera de luminosa energía que en más de una oportunidad me produjo la sensación de estar viendo la imagen de Manuel a través de la transparente mirada de Verónica.

Transcribo a continuación el hermoso y emotivo testimonio recogido en esta conversación:

Verónica, estos ejercicios de memoria que consisten en colocar una placa o construir un memorial en homenaje a las compañeras y a los compañeros que no están físicamente con nosotros son muy necesarios, pero creo que nunca me había preguntado ¿qué significa esto para ustedes, para los familiares, más allá de lo relacionado con lo político, con el aspecto militante, ¿qué me puedes decir al respecto?

“Mira, hace tiempo, cuando yo conversaba con la Rosita (1), yo tengo harta confianza con ella, le decía mira yo sé que lo que tú pasaste es muy tremendo también, muy doloroso, muy triste, pero tú por lo menos tienes donde ir, eso es lo que a mí me hace falta, porque no tengo donde ir a poner una flor; nosotros como familia lo recordamos siempre, pero desearía tener algo físico donde ir. Yo a veces vengo, me siento aquí y eso como que me da una tranquilidad. Yo digo que a este lugar vengo a ver al “Lolo”, porque así le decía, y a mi hijo le digo, Seba, voy a ver al Lolo.

Esto ha sido muy importante para mí, por eso lo cuido y me da pena cuando a veces llego y está todo rayado, pero siempre ando trayendo un pañito y otras cosas para limpiarlo. Para mí es un lugar reconfortante, porque es un espacio de él. Sería muy importante que todos los detenidos desaparecidos tuvieran un espacio así, porque no todos tienen un espacio. Uno se pregunta dónde están, pero no hay un lugar físico, es una dolorosa incertidumbre. Nosotros hemos vivido todos estos años con la incertidumbre, aunque nos dijeran que los lanzaron al mar, pero como no podemos dar certeza de aquello, entonces una se pregunta ¿será verdad que lo tiraron al mar o lo hicieron desaparecer en otra parte? Eso duele mucho.”

Tienes mucha razón, por eso te comentaba que cuando se realizan estos memoriales uno se preocupa más del aspecto político, de la memoria histórica popular, pero no del dolor, de las emociones, de las necesidades y de la intimidad de los familiares…

“Claro, mira, a estas alturas de la vida una ya sabe que él ya no está, eso lo he asumido con el pasar de los años, aunque la incertidumbre siempre estaba presente, entonces por eso viene esa necesidad de tener un espacio físico, un espacio más íntimo. Por ejemplo, yo me siento aquí con él, con él digo yo porque ahora que está esta placa siento que está él aquí conmigo. En la plaquita está su nombre, está lo que él hacía, está quién era y entonces me empiezo a recordar de las cosas que él hacía. Él jugaba básquetbol, fue varias veces dirigente vecinal, militó en las Juventudes Comunistas, uno empieza a recordarse de muchas cosas bonitas que él hacía, tocar la guitarra y cantar y todas esas cosas te fortalecen. Te llenas de las cosas buenas de cuando él estaba y eso te fortalece, y ahora con mayor razón al tenerlo acá.

¿Habitualmente te sientas acá o en ocasiones bajas a la playa, para estar a la orilla del mar?

“Mira cuando vengo lo primero que digo es que ojalá no me vaya a encontrar con una sorpresa desagradable, que hayan destruido la plaquita. Aquí encima le pusimos un acrílico, pero ese lo sacaron, y otro día estaba rayado por todos lados con plumones, pero menos mal que siempre ando con cosas para limpiarlo, entonces lo dejé impeque. Ahora tiene estas rayas que le hicieron encima, con un clavo parece, pero ya lo limpié bien y le puse estos claveles rojos porque así se ve más bonito, le da vida y me gusta que las flores estén fresquitas.

Como te decía, para mí ha sido muy importante esto, es como que me da más tranquilidad, me siento aquí al lado y como ya te decía, me recuerdo como era, que era muy inquieto, hiperquinético, le gustaba hacer una cosa y otra, era súper deportista, hacía natación, básquetbol, karate, le gustaba la música de Silvio Rodríguez.”

¿Sabes si utilizó como nombre político el de Silvio?

“Sé que usó varios nombres, pero no estoy segura si usó el de Silvio, para algunos era Jackie, para otros era Andrés, para otros era simplemente el Flaco no más, porque era alto y delgado”

¿Esa parte de la vida militante clandestina, la parte afectiva entre los hermanos(as) del Frente Patriótico la has podido ir conociendo?

“Me he encontrado en estos años con compañeros que trabajaron con él y me cuentan que era hiperkinético, que le gustaba estar en una y otra actividad, muy buena persona, sin dobleces, y él era así porque a quien podía ayudar lo hacía, sin importarle quien fuera, en qué posición estuviera, porque como poblador y como dirigente poblacional trabajaba por los vecinos. Cuando entró al Frente, lo dio todo por la causa. Una de las últimas veces tuve una discusión con él, porque el Seba estaba chico, tenía como siete años, y él se fue a Santiago a trabajar por el Frente, entonces yo le decía tu hijo te necesita, que estés con él, porque está creciendo y ve que los otros niños están con sus papás, que los van a buscar al colegio y todo eso…”

Es una situación compleja esa, porque ahí aparece este aspecto del abandono, que es un fenómeno muy difícil de comprender a si no se tiene en cuenta el contexto en que se toman ciertas decisiones y opciones más radicales…

“Claro, en esos momentos él me decía yo sé que tengo mi familia, que la quiero mucho, pero es que también tengo otra familia con la que estoy muy comprometido con eso, la familia de mis hermanos del Frente y no es cosa de llegar y decirme quedo acá no más. Él había tomado una decisión, estábamos en una dictadura brutal y él tomó esa decisión con mucha responsabilidad.

Nosotros también siempre conversábamos sobre qué haría yo si a ti te pasa algo, si te detienen, qué tendría qué hacer. Nosotros nunca pensamos que lo harían desaparecer, eso nunca lo conversamos porque no se nos pasó por la mente que podía pasar.”

Esa es una de las atrocidades más grandes que se cometen porque con esa ausencia te mantienen permanentemente en estado de angustia…

“Claro, porque una está siempre esperando, no sé, que aparezca, siempre es esperar, esperar, esperar, por eso te decía que yo ahora estoy más tranquila, asumí esta pérdida y estoy haciendo el duelo con esta plaquita, a mí me ha servido mucho. Esto es algo muy simbólico.”

O sea que después de todos estos años, desde el 87 hasta ahora en el 2021 recién estás haciendo verdaderamente el duelo…

“Sí, por eso estoy más tranquila. Estoy en la casa y de repente digo ahora voy a ir donde el Lolo, vengo hasta acá, me siento, estoy un rato, además que el lugar es tan agradable, es un espacio abierto, lleno de vida, siempre hay gente, niños jugando, los jardines y flores que arreglan los trabajadores de la Municipalidad. Por eso elegí este lugar, y también porque con el Lolo veníamos a la playa y él se tiraba los tremendos piqueros de ahí de las rocas, porque era súper bueno para nadar, veníamos a las Torpederas, a la Carvallo.”

Me decías que era muy buen deportista…

“Jugaba fútbol en la población, él se iba a la cancha cuando estábamos pololeando, vivía un poco más arriba que yo, en el cerro San Juan de Dios, en la población 18 de septiembre, yo vivo a la subida del cerro y él vivía mucho más arriba, entonces lo veía cuando bajaba a jugar a la pelota en el Club 18 de Setiembre, ahí jugaba fútbol, pero esa cancha ya no está en la población, porque ahora está lleno de casas. Yo lo iba a ver jugar a la cancha del Auditorio Pérez Freire. Me acuerdo que en básquetbol jugaba por la Sportiva”

Es curioso, pero a varios compañeros militantes del Frente Patriótico que son de acá de Valparaíso les gustaba mucho jugar fútbol…

“Sí, claro, el Ramiro, el Mauricio Larenas, los del cerro Esperanza, tienes razón…”

¿Y a Manuel le gustaba algún equipo de fútbol en particular?

“Fíjate que no, no era fanático de ningún equipo en particular, a él le gustaba el fútbol no más y le gustaba jugar en la población; estoy hablando de cuando éramos cabros chicos, de los 14 o 15 años…”

¿A qué edad se conocieron?

“Desde esa época, cuando yo tenía 14 años y él tendría 15. Yo fui mamá muy joven, a los 18 años y él tenía 19, pero estábamos feliz con nuestro hijo. Nos conocimos en el 76 o 77 y nos casamos el año 80. Alcanzamos a estar juntos como diez años, porque el desapareció en el 87.”

Cuando Manuel se va a trabajar a Santiago por el Frente, ¿tuvieron contacto familiar después?

“Claro, no era muy seguido, pero él venía, o si no otras veces yo iba a verlo. Conocí hasta la población La Victoria, porque él me llevó para allá, conocí algunos compañeros que ya no están y eso me da pena, porque una dice puchas, los conocí, estuve compartiendo con ellos, estuvimos conversando, y los mataron; eso igual es muy triste. Eso es parte de mi vida y una no se lo puede sacar de la mente así como así no más.”

En medio de la conversación llegó Sebastián, el hijo de Manuel y Verónica, quien luego de saludarnos se sentó un poco más abajo de donde nos encontrábamos y permaneció en silencio hasta que finalizamos esta íntima y emotiva conversación. Un bullicio proveniente de un grupo de niñas y niños llenó de pronto el espacio en donde se ubica la Placa de Memoria en recuerdo y homenaje a Manuel Sepúlveda, observándonos con sus miradas curiosas mientras pasaban por nuestro lado descendiendo por la escalera rumbo a la playa Carvallo. 

NOTA: La compañera Rosita a quien se refiere Verónica es Rosa Alfaro, una activa luchadora popular durante la dictadura, militante poblacional y de los Derechos Humanos, esposa de Julio Guerra Olivares, combatiente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez quien fue asesinado el 16 de junio de 1987 en la llamada “Operación Albania”. Precisamente fue la organización popular de carácter social y cultural Fundación Julio Guerra Olivares, por el Arte de Vivir con Dignidad, encabezada por Rosita, la que llevó adelante la iniciativa junto con Verónica para concretar la instalación de esta Placa de Memoria en homenaje a Manuel Sepúlveda.

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 25 noviembre 2021





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