En medio de la lucha generalizada del pueblo chileno en la recuperación de su dignidad, en pos de dejar atrás el modelo neoliberal implantado en dictadura y profundizado por los sucesivos gobiernos de la nunca acabada transición a la democracia, se realizó la “funa” número 73 a la estatua del tristemente célebre y autodesignado Almirante y Comandante en Jefe de la Armada para el golpe cívico militar de 1973, José Toribio Merino (QEPND), en la iniciativa llamada “Desmonumentación de la Dictadura”, que consiste en exigir el retiro de todos aquellos monumentos, símbolos u homenajes a personajes que fueron protagonistas y responsables de las atrocidades cometidas en aquel aciago episodio de la historia del país.
La funa se realiza todos los días 11 de cada mes desde hace seis años convocada por agrupaciones de Derechos Humanos de la zona. En agosto de 2018 la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de acuerdo por amplia mayoría en que se solicita al gobierno el retiro de la estatua emplazada en los jardines del Museo Naval de Valparaíso, es decir, dentro de un inmueble fiscal, petición a la cual el gobierno, al igual que hoy con las demandas ciudadanas, ha hecho oídos sordos. La estatua es una obra financiada por economistas y empresarios cómplices del régimen militar, y representa una afrenta para los cientos de víctimas del terrorismo de Estado que sufrieron en las distintas dependencias de la Armada que el usurpador del cargo de Comandante en Jefe dispuso para ese fin.
Pero en el actual momento histórico de rebelión del pueblo chileno ante el modelo implantado por los economistas de la dictadura a instancias de Merino, esta funa por primera vez adquirió ribetes irrisorios. Sí, la sorpresa fue mayúscula para los asistentes a la manifestación, pues se encontraron, en el lugar donde se erige el monumento, con una gran caja hecha de madera que ocultaba la estatua, en una reacción de paranoia de la valerosa oficialidad de la institución ante el peligro alienígena que se avecinaba; tal vez más de un recuerdo surgió en quién dio la orden de tan desproporcionada reacción, en relación a los dichos de su idolatrado Merino en relación a sus víctimas o enemigos al tratarlos en aquella época de “humanoides”. Los ventanales del frontis y del resto del edificio estaban también tapiados con maderas, a la espera de la horda de desalmados que supuestamente vendrían a saquear y destruir los puestos de los artesanos y también las casas de los alrededores, según el rumor que se hizo circular, versión de una de las locatarias de la feria, y también de una joven que preguntó acerca de lo mismo a los “peligrosos” manifestantes, la mayoría entrados en canas, y que acotó que fue un misterioso barrendero el que se encargó en su sector de difundir el peligro que acechaba.
Pero aparte del momento de risas que provocó el hilarante escenario, queda flotando en el aire en esta histérica reacción de la cabeza de la Armada, su incondicional apoyo a quien fue principal instigador del Golpe de Estado que acabó con la democracia en Chile, en una conducta que demuestra per se adhesión a principios anti democráticos, toda vez que Merino fue un usurpador del cargo, lo que obviamente representa un nefasto precedente para las nuevas generaciones de marinos. Ni los anteriores comandantes en jefe, ni el actual, Julio Leiva, han hecho el menor intento en- como instancia de respeto a quienes sufrieron los vejámenes y torturas en recintos de la Armada-, retirar la mentada estatua, al contrario, una sala del mismo museo homenajea a Merino y hasta un buque llevó su nombre.
Como corolario de esta nueva funa, queda en la retina la simbólica imagen de la estatua dentro de un virtual pozo séptico, léase letrina, tal vez el único lugar que le corresponde en la Memoria Histórica de los chilenos a tan deleznable personaje.
11 de cada mes-, esta vez con peculiaridades que a más de alguno provocará un estertor de risa.
Nelson Paredes
La funa se realiza todos los días 11 de cada mes desde hace seis años convocada por agrupaciones de Derechos Humanos de la zona. En agosto de 2018 la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de acuerdo por amplia mayoría en que se solicita al gobierno el retiro de la estatua emplazada en los jardines del Museo Naval de Valparaíso, es decir, dentro de un inmueble fiscal, petición a la cual el gobierno, al igual que hoy con las demandas ciudadanas, ha hecho oídos sordos. La estatua es una obra financiada por economistas y empresarios cómplices del régimen militar, y representa una afrenta para los cientos de víctimas del terrorismo de Estado que sufrieron en las distintas dependencias de la Armada que el usurpador del cargo de Comandante en Jefe dispuso para ese fin.
Pero en el actual momento histórico de rebelión del pueblo chileno ante el modelo implantado por los economistas de la dictadura a instancias de Merino, esta funa por primera vez adquirió ribetes irrisorios. Sí, la sorpresa fue mayúscula para los asistentes a la manifestación, pues se encontraron, en el lugar donde se erige el monumento, con una gran caja hecha de madera que ocultaba la estatua, en una reacción de paranoia de la valerosa oficialidad de la institución ante el peligro alienígena que se avecinaba; tal vez más de un recuerdo surgió en quién dio la orden de tan desproporcionada reacción, en relación a los dichos de su idolatrado Merino en relación a sus víctimas o enemigos al tratarlos en aquella época de “humanoides”. Los ventanales del frontis y del resto del edificio estaban también tapiados con maderas, a la espera de la horda de desalmados que supuestamente vendrían a saquear y destruir los puestos de los artesanos y también las casas de los alrededores, según el rumor que se hizo circular, versión de una de las locatarias de la feria, y también de una joven que preguntó acerca de lo mismo a los “peligrosos” manifestantes, la mayoría entrados en canas, y que acotó que fue un misterioso barrendero el que se encargó en su sector de difundir el peligro que acechaba.
Pero aparte del momento de risas que provocó el hilarante escenario, queda flotando en el aire en esta histérica reacción de la cabeza de la Armada, su incondicional apoyo a quien fue principal instigador del Golpe de Estado que acabó con la democracia en Chile, en una conducta que demuestra per se adhesión a principios anti democráticos, toda vez que Merino fue un usurpador del cargo, lo que obviamente representa un nefasto precedente para las nuevas generaciones de marinos. Ni los anteriores comandantes en jefe, ni el actual, Julio Leiva, han hecho el menor intento en- como instancia de respeto a quienes sufrieron los vejámenes y torturas en recintos de la Armada-, retirar la mentada estatua, al contrario, una sala del mismo museo homenajea a Merino y hasta un buque llevó su nombre.
Como corolario de esta nueva funa, queda en la retina la simbólica imagen de la estatua dentro de un virtual pozo séptico, léase letrina, tal vez el único lugar que le corresponde en la Memoria Histórica de los chilenos a tan deleznable personaje.
11 de cada mes-, esta vez con peculiaridades que a más de alguno provocará un estertor de risa.
Nelson Paredes
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