Su origen latinoamericano, indigenista y político lo
diferencia de otras artes en el mundo de la pintura. El uso estético del
espacio público: otra disputa de las mujeres.
El muralismo es una de las pocas técnicas artísticas
reconocidas como de “origen latinoamericano” e incluso “indigenista”. Tal vez
por esto, también para algunxs teóricxs del arte, dentro de la definición de
muralismo, el factor colectivo en su proceso de realización es también algo
definitivo, no solo por las grandes dimensiones que implica la técnica, sino
porque en la búsqueda de una definición de identidad nacional, lo colectivo
resulta también decisivo.
Por otra parte, el uso del espacio público, de los muros y
las calles como lienzo propone un intercambio evidente entre la obra, quienes
la realizan, el lugar en que se sitúa y las personas que habitan ese lugar. El
mural es entonces un lugar de diálogo entre todos los actores que se involucran
en el proceso.
Diálogo que a aquellos primeros muralistas mexicanos les
resultaba necesario sacar al espacio público, para abrir la acción creativa y
subvertir la relación cerrada entre artista y caballete en el espacio privado.
Este diálogo también está embebido con nociones sociales y políticas, que al
parecer de los muralistas mexicanos no estaban siendo tenidas en cuenta por las
vanguardias artísticas europeas propias del siglo XX.
Con todas estas connotaciones de identidad, de comunidad, de
lo político en el arte, entre otras, el muralismo se convierte en uno de los
movimientos artísticos latinoamericanos más importantes y vigentes. Como toda
herramienta artística, ha tenido diferentes formas de interpretación y
apropiación a lo largo de la historia y de los lugares a los que ha llegado.
Desde la teoría artística contemporánea, se ha pedido una distinción para las
expresiones pictóricas y gráficas que suceden en el espacio público pero que no
necesariamente están respondiendo a estos ideales políticos y estéticos que
acompañan al muralismo. Y es de esta manera que el término street art o arte
urbano aparece con mayor fuerza en el siglo XXI, intentando definir otras
formas de expresión.
Así como el arte ha generado discursos políticos y estéticos
sobre las nociones de espacio público, diferentes movimientos políticos también
lo han hecho. El feminismo ha desarrollado diversas teorías acerca de cómo
vivimos y nos relacionamos con el espacio público en relación a nuestro género,
exponiendo la dicotomía que el patriarcado ha instalado entre el espacio
público y el espacio privado, y cómo el primero parece ser un ámbito que está
reservado para los varones, mientras el universo de lo privado, un lugar que
compete a la mujer.
El muralismo no es la excepción a miles de rubros en los que
la desigualdad de género se refleja en las cifras de participación, de
remuneración económica o de asignación de proyectos y muros. Cuenta con las
desigualdades propias del mundo laboral al que las mujeres nos enfrentamos, y
además tiene las connotaciones patriarcales de la mujer y su relación con el
espacio público.
Se asume que no hay mujeres muralistas, ya que “no es una
profesión de mujeres”, al ser un oficio y una técnica relacionados con el
trabajo de máquinas como grúas, el trabajo con el cuerpo en andamios, escaleras
y demás estructuras de construcción que se suelen utilizar para realizar los
murales. Esta excusa solo denota la mediocridad de lxs productorxs y curadorxs
encargadxs de trabajar con muralistas. AMMURA (Agrupación de Mujeres Muralistas
de Argentina) registra actualmente más de 300 participantes activas alrededor
de toda la Argentina. Asimismo, desde esta organización se ha intentado por
primera vez poner en números y datos la desigualdad de género que ya se palpaba
por parte de las mujeres muralistas, pero los datos fueron aun más alarmantes
de lo esperado.
Según las investigaciones de AMMURA realizadas en 2018, la
mayoría de los murales en la Argentina es realizada por varones.
Murales realizados en CABA a pedido del Gobierno de la
Ciudad:
FUENTE: AMMURA, 2018
Murales realizados en Festivales:
FUENTE: AMMURA, 2018
Ciertos conceptos como “libertad de tránsito”, “confinamiento”,
“restricción de movilidad”, entre otros, abundan en las discusiones actuales de
este contexto pandémico y, por otra parte, la alarma desde algunos sectores de
la ciudadanía parece no reconocer que han sido conceptos a los que las mujeres,
de una u otra forma, hemos sido sometidas en nuestra relación con el espacio
público desde hace siglos.
Desde el patriarcado se nos ha propuesto a las mujeres que
la manera de relacionarnos con el espacio público es transitándolo, pero no
habitándolo, mucho menos interviniéndolo con nuestro trabajo. Y de esta misma
manera, la condena a no cumplir estas reglas puede incluso justificar que se
atente contra nuestros derechos. Una forma de entender el espacio público que
hoy parece generalizada para toda la ciudadanía.
Actualmente, se justifica el tránsito en el espacio público,
especialmente si está acompañado del cuidado a familiares, niñxs y ancianxs. De
lo contrario, es un tránsito que tiene que estar justificado con los deberes
domésticos: hacer las compras en el supermercado, ir a la farmacia a comprar
remedios, entre otros. La tercera razón que justifica nuestro tránsito es por
supuesto, por razones de trabajo.
Si bien son distintos los frentes y herramientas que el
feminismo ha presentado para poder romper estas construcciones patriarcales y
acercarnos a las mujeres al espacio público de una manera política,
actualmente, es necesario pensar qué herramientas seguimos teniendo a la mano y
que además no comprometan la seguridad y salud de nuestras comunidades. El arte
ofrece diferentes tipos de herramientas, que engloban connotaciones políticas
que están a la mano de quienes quieran apropiarse de ellas. Estas herramientas
pueden ser desde performances, happenings, land art, entre otras, o el
muralismo.
El muralismo tiene una faceta multidimensional que puede
contribuir no solo a la discusión política, sino también artística, además de
físicamente ocupar el espacio que nos fue negado durante siglos. Hoy más que
nunca es fundamental tomar en cuenta las distintas variables que nos trae el
muralismo, idearlo con perspectiva feminista, colectiva y latinoamericana para
así pensar un mundo en donde las mujeres también podamos ser parte de las
calles, la creatividad y el desarrollo de la cultura.
La nota es parte de la alianza entre Tiempo y Economía
Femini(s)ta, una organización aliada que trabaja para visibilizar la
desigualdad de género a través de la elaboración de contenidos claros y de
calidad.
Fuente:
https://www.tiempoar.com.ar/nota/el-muralismo-como-herramienta-de-lucha-colectiva-y-feminista
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