El coronavirus se
extiende como una mancha de aceite por los países del mundo provocando
una crisis sanitaria de envergadura. Las medidas que los gobiernos han ido
tomando tienen características de tipo
militar más que medidas sanitarias de
emergencia, ya que los países están experimentando la implementación de
verdaderos estados de sitio con toques de queda incluidos.
Dentro de las escasas informaciones que se tienen es
imposible aseverar el origen de este virus, aún cuando los medios de
comunicación oficiales occidentales culparon a China de ello, pero a través de declaraciones
realizadas a través de la cuenta twiter
por el portavoz del Ministerio de Exteriores de China Zhao Lijian ha
deslizado que podría haber sido Estados Unidos el que llevó el virus hasta la
ciudad de Wuhan. Lo concreto es que esta pandemia ha provocado un estado de
shock mundial que lleva necesariamente a cuestionarse la teoría de la aparición
“espontánea” de este virus y pensar más bien en la posible manipulación
científica con fines bélicos del mismo, que de alguna u otra manera se les
“escapó de las manos”. Las especulaciones, al carecer de informaciones
concretas y concordantes que provengan desde todos los territorios del mundo,
seguirán, por este motivo, estando
presentes.
En el caso de Chile el virus ya está instalado y las medidas
de emergencia han comenzado a ser implementadas. Esta situación sanitaria real
y delicada le ha caído como anillo al dedo al gobierno y a las elites, puesto
que significa tomar la iniciativa política al utilizar todo el aparataje del
Estado y sus instituciones en la búsqueda de enfrentar con éxito esta crisis.
Una vez más los poderosos tienen el sartén por el mango, ya que las restricciones a los derechos civiles de libre
circulación y expresión, justificados dada la envergadura de la pandemia en
curso, ponen una barrera infranqueable a las manifestaciones de rebeldía que
comenzaban a expresarse con fuerza en las calles del país. Hay una prioridad
sanitaria nacional y eso no podemos ignorarlo.
Lo que si debiera ser necesario plantearse es cómo los
sectores populares pueden intervenir en esta nueva coyuntura, buscando creativamente maneras diferentes de
mantener encendida la llama de la rebeldía, reorientando las energías ante la
nueva situación que estamos viviendo para que, desde la primera hasta la última
línea que ha estado presente en la protesta popular, sean capaces de continuar
la lucha con la misma unidad, decisión y
solidaridad, pero esta vez en contra del coronavirus, en este nuevo y complejo
“campo de batallas” originado por el virus COVID-19, pero sin olvidar al
“enemigo mayor”, representado por el “virus” del sistema neoliberal imperante”.
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 17 marzo 2020
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